La rebelión de un pequeño grupo de diputados Tories ha obligado al gobierno de Theresa May a apoyar una enmienda legislativa que pretende meter en vereda a los paraísos fiscales que son territorios de ultramar de la Corona. Les conmina a crear un registro público de titulares beneficiarios de las sociedades y otras entidades constituidas en dichos territorios; si no lo hacen antes del 1 de enero de 2020, el Reino Unido adoptará una medida coercitiva para forzarles a crearlo. Entre los afectados estarían las Islas Caimán, uno de los mayores centros financieros off-shore del mundo (especializados en prestar servicios a no residentes).
Este país está formado por tres islas antillanas situadas al sur de Cuba y pasó a convertirse en un territorio británico con la firma del Tratado de Madrid de 1670, por el que España reconoció a Inglaterra la posesión de los enclaves que ya controlaba en el continente americano. No se sabe si hay un hilo conductor entre la condición de base de operaciones de los piratas que atacaban buques españoles en el Caribe y su eclosión como paraíso fiscal. El país tiene hoy más sociedades registradas que habitantes y su sector financiero es mastodóntico, pues en estrecha conexión con algunos de los principales centros financieros on-shore, se ha convertido en una plataforma privilegiada para actividades corporativas, de domiciliación de fondos de inversión y bancarias.
Muchas empresas eligen estas islas como plataforma para canalizar sus inversiones directas extranjeras o como sede de filiales a través de las que canalizan un volumen significativo de operaciones y registran una parte sustancial de sus beneficios. El stock de inversión directa en 2016 era de 350.000 millones de dólares de inversión extranjera y de 204.000 millones de inversión hacia el exterior. Las Caimán son también origen de inversión en cartera; no en vano, son el primer inversor en valores estadounidenses distintos de la deuda pública a largo plazo (donde predominan los inversores oficiales como los bancos centrales asiáticos).
Los datos de la Organización Internacional de Comisiones de Valores (IOSCO) indican que más de la mitad de los fondos apalancados (hedge funds) globales están domiciliados en las Islas Caimán. Las estimaciones apuntan a un tamaño de este sector por volumen de activos que superaría los 2 billones de dólares. Se benefician de la ausencia de fiscalidad y de regulación laxa para la constitución y el funcionamiento de los vehículos. Las sociedades gestoras de estos fondos están en Hong-Kong, Connecticut o Londres, pero los activos están depositados en el Caribe.
Las estadísticas consolidadas del Banco Internacional de Pagos de Basilea, la mejor fuente para conocer la distribución internacional de los activos y pasivos de los grupos bancarios, señalan que a finales de 2017, los bancos internacionales ostentaban posiciones de activo sobre entidades o empresas domiciliadas en las Islas Caimán por 1,3 billones de dólares. Las contrapartidas de estas posiciones corresponden sobre todo a entidades financieras no bancarias y sociedades filiales de grupos extranjeros no financieros. Este circuito de financiación no está relacionado con actividad económica local; los flujos bancarios financian a empresas y el apalancamiento con el que los hedge funds tratan de potenciar su rentabilidad.
Jan Fichtner, de la Universidad de Amsterdam, señala en un artículo reciente que las Islas Caimán son un nodo central en el triángulo financiero angloamericano, en el que también participan de manera destacada Japón. El denominado índice de intensidad off-shore del país, que mide la relación entre los activos captados del exterior y el PIB es de 1.500 veces, lo que colocaría a las Islas como el centro con actividad off-shore más intensa del mundo. Además, durante los años previos a la crisis, participó también en los procesos de innovación con nuevos instrumentos financieros, siendo la segunda jurisdicción de emisión para bonos de titulización (valores de renta fija respaldados por activos, cuya complejidad creciente llevó al colapso de su mercado como consecuencia del aumento de los impagos en las hipotecas basura de EEUU). Los bancos europeos, incluidos los españoles, no han sido ajenos a esta actividad; durante años, las emisiones de acciones preferentes de las entidades de crédito españolas se hacían mediante filiales establecidas en las Islas Caimán.
¿Cómo llegan estas Islas a convertirse en una pieza central de las finanzas globalizadas? ¿Cuál es su secreto para atraer al capital? Hay quien piensa que se han beneficiado de su carácter de territorio británico por el uso del sistema legal de common law (que puede dejar más margen a la innovación) y la estabilidad política que aporta. De hecho, Reino Unido ha apoyado de manera directa el desarrollo de la actividad financiera off-shore en las Islas Caimán, entendiendo que estaba contribuyendo a ampliar el atractivo de la City como centro financiero global. También los británicos han colaborado para responder a las inquietudes de las autoridades estadounidenses, facilitando una mejora del esquema de regulación y supervisión financiera.
Otro ingrediente básico, que nunca falla en un paraíso, es la opacidad. En el Financial Secrecy Index de 2018 que elabora la organización Tax Justice Network, las Islas Caimán ocupan el tercer lugar, después de Suiza y Estados Unidos. Este resultado es consecuencia de una nota elevada en cuanto a ausencia de transparencia y una ponderación elevada por el tamaño de su actividad financiera con el exterior, que refleja los datos comentados anteriormente. Y la crisis no ha mermado su atractivo; el último análisis sobre el sistema de banca en la sombra (intermediación con desajuste de plazos fuera del sistema bancario) del Consejo de Estabilidad Financiera coloca al país en segundo lugar de nuevo tras Estados Unidos.
Muchas de las calamidades financieras de los últimos años han tenido alguna ramificación en las Islas Caimán: el colapso del fondo Long Term Capital Management en 1999, la quiebra de Enron en 2001 y de WorldCom en 2002 e incluso la caída de los bancos de inversión Bear Stearns y Lehman Brothers en 2008. En respuesta a todos estos problemas, las autoridades han mejorado sus niveles de supervisión y regulación, incluyendo el intercambio de información fiscal. También han aceptado dar acceso, bajo demanda, a las autoridades británicas a la información sobre la titularidad de las sociedades y entidades domiciliadas en las Islas. Pero de lo que hablamos ahora es de un registro como el que estableció el Reino Unido y han ido creando otros países, que sería más ambicioso al permitir el acceso público (por razones justificadas).
Los expertos coinciden en que los principales riesgos asociados a la actividad financiera de las Islas Caimán tienen que ver con la baja tributación y con la estabilidad financiera, más que con las operaciones de blanqueo de dinero. Pero la transparencia sobre quién está detrás de cada una de las entidades legales que participan en ese complejo entramado afectaría a una de sus principales ventajas comparativas. Las autoridades de las Islas se han apresurado a denunciar la intención de los legisladores británicos y han prometido que resistirán al intento de imponer el registro.
Esta historia tiene varias moralejas interesantes. La primera es que los paraísos fiscales y de opacidad son parte del corazón del sistema financiero global y están conectados estrechamente con los principales centros financieros. La segunda es que la presión de la sociedad civil sobre los parlamentos y la de estos sobre los gobiernos, particularmente en países como Reino Unido o EEUU (que tiene estados como Delaware que no exigen información sobre los titulares de las sociedades) puede ser una vía muy eficaz para que los avances de los últimos años en materia de transparencia e integridad se conviertan en irreversibles. Aun así, no es seguro que la enmienda acabe aprobándose, lo que da muestra de la fuerte resistencia a la introducción de cambios de este calado.
Por último, nos recuerda que, como les sucedía a aquellos simpáticos desempleados de la película inglesa Full Monty, a veces desnudarse en público produce beneficios insospechados.