En Tocando el viento, una película de 1996 dirigida por Mark Herman, se narra la lucha infructuosa de un grupo de mineros y sus familias en un pueblo del norte de Inglaterra para mantener sus empleos y su banda de música. Al final ganan el concurso de orquestas en el Royal Albert Hall, pero acaban claudicando frente a la empresa, pues no tienen alternativa. Es un buen ejemplo de lo que ocurre cuando las empresas tienen poder de mercado como demandantes de trabajo, un tipo de estructura de mercado que nuestra vieja amiga la Señora Robinson bautizó como monopsonio. La investigación reciente apunta a un aumento de su incidencia en Estados Unidos y Europa, lo que podría explicar una parte de la brecha entre el crecimiento de los salarios reales y la productividad, con implicaciones de calado para la política económica.
Hace tiempo que sabemos que la competencia perfecta en los mercados de bienes existe solo en la imaginación. Las empresas fijan los precios de venta de sus bienes o servicios con un margen sobre sus costes y tomando siempre en cuenta la competencia real, cuya intensidad depende de factores como la diferenciación o las economías de escala y de red. La economía industrial ha estudiado en profundidad las consecuencias microeconómicas de la competencia imperfecta en los mercados de bienes y servicios: precios superiores al coste marginal de producción, niveles de producción y de empleo menores y pérdidas netas de bienestar. Estos problemas se vienen abordando desde hace años a través de la política de la competencia, que en la UE se regula en el propio Tratado.
En el mercado de trabajo sucede otro tanto, pero la atención que ha recibido el fenómeno ha sido muy inferior. Las empresas fijan el salario que pagan a sus empleados, de modo que por lo general no son salario-aceptantes. Si lo fueran, pagarían salarios iguales al valor del producto marginal de los trabajadores para maximizar su beneficio. En el gráfico de abajo, contratarían LCP y pagarían un salario WCP. En realidad, si suben el salario al último trabajador contratado tienen que subir también el del resto de trabajadores, de manera que el coste marginal de ese trabajador es superior al salario. Para obtener el máximo beneficio, contratarán un trabajador adicional siempre que lo que les cueste sea inferior a lo que aporte a los ingresos (el valor del producto marginal). El resultado es que en equilibrio contratarán menos trabajadores (LMS) y pagarán un salario menor (WMS).
El monopsonio provoca una redistribución de renta desde los trabajadores a los propietarios del capital de la empresa y una pérdida de eficiencia o bienestar neta, porque hay trabajadores que estarían dispuestos a trabajar a un salario de competencia perfecta a los que no compensa trabajar con salarios tan bajos (¿les resulta familiar?) y porque se deja de usar un factor de producción que cuesta menos que el valor de su productividad marginal.
En Estados Unidos, el Consejo de Asesores Económicos ya advirtió en 2016 de la tendencia a un aumento de los problemas de competencia en el mercado de trabajo y de sus consecuencias sobre la desigualdad en la distribución de la renta. Analizando las fuentes del poder de mercado monopsonista, Naidu, Posner y Weyl (2018) consideran que su prevalencia en Estados Unidos puede superar a los problemas de competencia en el mercado de bienes, sobre todo para los trabajadores menos cualificados.
En primer lugar está la concentración. Azar, Marinescu y Steinbaum (2017) encuentran evidencia, utilizando datos del portal de empleo CareerBuilder, de que el grado de concentración en los mercados de trabajo locales (entendidos como áreas en las que los trabajadores de una ocupación están dispuestos a desplazarse a diario para trabajar) es en media elevado y está correlacionado de manera inversa con el nivel de los salarios. Aun sin llegar al caso del pueblo dependiente de la mina, son muchas las zonas en las que muchos trabajadores tienen pocas alternativas si no están satisfechos con sus salarios o condiciones de trabajo. El rápido crecimiento de empresas como Amazon o Walmart, que expulsan a competidores más pequeños concentrando volumen, se ha unido al impacto de los procesos de consolidación en industrias como el transporte aéreo, el tratamiento y empaquetado de alimentos o los hospitales.
La segunda fuente está relacionada con los costes de cambiar de trabajo. Una parte de ellos tiene que ver con las fricciones de información, búsqueda y emparejamiento de trabajadores y vacantes. Y otra deriva de la aplicación de cláusulas que limitan o prohíben a los trabajadores abandonar la empresa para irse a un competidor. Primero fueron los casos llamativos de grandes empresas de Silicon Valley, cuya ilegalidad no pasó desapercibida para los reguladores federales. Después se ha sabido que hay un porcentaje elevado de trabajadores afectados por cláusulas contractuales que limitan su capacidad para abandonar la empresa en busca de salarios más altos. Un estudio de 2014 señala que hasta un 12% de los trabajadores que ganan menos de 40.000 dólares al año sufre este tipo de restricciones.
La última fuente de monopsonio es la diferenciación. Las empresas tratan de reducir su sustituibilidad como empleadores frente a otros competidores con factores distintos al salario: servicios, guarderías y otras facilidades.
El resultado de todo lo anterior es que los trabajadores no salen corriendo cuando sus salarios son inferiores a los que podrían ganar en otra empresa. En términos del funcionamiento del mercado, la elasticidad de la oferta de trabajo, que expresa la variación porcentual en la cantidad de trabajo ofertada ante variaciones porcentuales en los salarios, está lejos de ser infinita, que es lo que sucedería si el mercado fuera de competencia perfecta. Las estimaciones de la elasticidad de la oferta de trabajo para empresas individuales son muy variadas y se enfrentan a dificultades metodológicas, pero por lo general apuntan a niveles de elasticidad entre 1 y 5, que indican un poder de mercado sustancial. De alguna manera, por analogía con el modelo de mercado que más se ajusta a la realidad en el mercado de bienes, se podría hablar de competencia monopsonista en el mercado de trabajo: se fijan los salarios por debajo del valor del producto marginal y la quita depende de la elasticidad.
El primero de los trabajos citado realiza una estimación aproximada del coste del monopsonio para la economía de Estados Unidos y concluyen que podría estar suponiendo una reducción de casi el 13% en la producción y en el empleo. Los salarios por debajo del valor del producto marginal explicarían casi 10 puntos de caída de la participación del trabajo en la renta respecto a una situación de competencia perfecta.
En la segunda parte de esta entrada repasaremos las implicaciones de política económica de la extensión del monopsonio, que, como ya se puede intuir, son muy jugosas.