El riesgo de una guerra de materias primas

China acaba de establecer restricciones a la exportación de grafito como respuesta a los controles de exportación de semiconductores y alta tecnología por parte de Estados Unidos. Dichas restricciones se suman a otras recientes a la exportación de germanio y galio, y suponen un nuevo y peligroso paso en la guerra tecnológica. China es el mayor productor y exportador (y casi exclusivo refinador) mundial de grafito, un mineral esencial para la fabricación de baterías de vehículos eléctricos, lubricantes para maquinaria, petroquímica, aeroespacial y defensa.

En un intento por cubrirse las espaldas ante posibles reclamaciones ante la Organización Mundial de Comercio, China ha alegado que la restricciones (que afectan a tres tipos especiales de grafito), se imponen para “para salvaguardar la seguridad y los intereses nacionales” y que “no están dirigidas contra ningún país en concreto”. El uso de la excusa de la seguridad nacional como argumento no convierte estas medidas en compatibles con la OMC, pero es el mismo argumento alegado por Estados Unidos cuando decidió imponer aranceles al acero en época de Trump.  Hay que recordar que la OMC concluyó que dichos aranceles eran ilegales, pero en enero de 2023 (es decir, ya en la era Biden) Estados Unidos replicó, sentando un peligroso precedente, que “durante más de 70 años los Estados Unidos han mantenido la posición clara e inequívoca de que las cuestiones de seguridad nacional no pueden examinarse en el sistema de solución de diferencias de la OMC y que ésta no está facultada para cuestionar la capacidad de un Estado miembro para responder a una amplia gama de amenazas a su seguridad”. Y añadía, en un párrafo que veremos muy repetido en los próximos años (por arrojadizo), que “resolver cuestiones de seguridad nacional en la OMC no sólo es incompatible con el propósito de una organización comercial, sino que no promoverá el interés común de los Estados miembros de la OMC como foro de debate y negociación”. Vamos, que la OMC no es quién para decirle a Estados Unidos qué es o qué no es seguridad nacional.

Por eso China se agarra ahora al clavo ardiendo de la “seguridad nacional”: porque le permite dañar a Estados Unidos (principal importador mundial de grafito) y evita que éste pueda quejarse. Esto es, por cierto, una buena lección para la Unión Europea y su concepto de autonomía estratégica: si cualquier cosa puede ser cuestión de seguridad nacional, la seguridad nacional no significa realmente nada. La verdad es que, si Estados Unidos fuese consistente en sus argumentos, los defensores del comercio lo tendríamos un poco más fácil.

Al mismo tiempo, este nuevo clavo en el ataúd de la cooperación internacional nos recuerda el peligro de la fragmentación (es decir, de retrocesos en la integración mundial) de los mercados de materias primas. Este tema ha merecido un capítulo especial en el último informe de Perspectivas de la Economía Mundial del Fondo Monetario Internacional, que realiza una simulación de un posible escenario de fragmentación mundial de los mercados de materias primas y llega a seis preocupantes conclusiones.

En primer lugar, que el mercado de materias primas es más susceptible de fragmentación que otros mercados, ya que se compone de bienes difícilmente sustituibles, con baja elasticidad de demanda y de oferta muy poco variada (el 70% de la producción global de minerales se concentra en solo tres países).

En segundo lugar, que la fragmentación de los mercados de materias primas no es solo potencial, sino que ya se está produciendo: las restricciones al comercio de los últimos años son mucho más frecuentes en este tipo de mercancías, para las que además se ha reducido la inversión directa extranjera.

En tercer lugar, que generaría peligrosas subidas de precios en minerales críticos para la transición ecológica y en algunos alimentos. Los aumentos repentinos de los precios de estos últimos productos podrían, además, perjudicar a muchos países de renta baja muy dependientes de las importaciones para alimentar a su población (algo que ya se está observando en las restricciones a las exportaciones de grano de Ucrania).

En cuarto lugar, que la fragmentación de los mercados de materias primas no solo tendería a incrementar los precios, sino también su volatilidad, aumentando la incertidumbre y dificultando la acumulación de stocks para prevención de situaciones de crisis.

En quinto lugar, que tendría efectos macroeconómicos considerables para muchas economías con alta dependencia de productos básicos (especialmente en países de renta baja y en mercados emergentes), con pérdidas de PIB a largo plazo superiores al 2%, muy desigualmente repartidas.

Por último, que la fragmentación de los mercados de materias primas terminaría por desincentivar la inversión en transición energética, que podría ser un 30 por ciento inferior a la necesaria en energías renovables y en vehículos eléctricos a nivel mundial para 2030.

En resumen, que la guerra tecnológica entre Estados Unidos y otras guerras como la de Ucrania o la reciente crisis de Oriente Medio pueden provocar importantes restricciones al comercio de materias primas, cuyos mercados se están fragmentando. Conviene no minimizar el peligro de dicha fragmentación, ya que su traducción práctica podría ser la persistencia de la inflación (que creíamos ya superada), una mayor volatilidad de los precios, una crisis alimentaria (que generaría fuertes tensiones sociales) y un peligroso retraso de la transición energética. Problemas que, en el contexto económico actual, es justo lo último que necesitamos.

 


Este artículo fue publicado originalmente en vozpopuli.com (ver artículo original)