El Informe Letta: renovarse o morir

El ex primer ministro italiano, Enrico Letta, recibió el encargo del Consejo Europeo y la Comisión de elaborar un informe sobre el estado del Mercado Único en la Unión Europea. El resultado de sus más de 400 reuniones en 65 ciudades europeas se acaba de publicar en un interesante documento de 146 páginas titulado “Mucho más que un mercado único”.

Letta, que dedica su informe a la memoria de Jacques Delors (cuyo Instituto preside), comienza lamentando de forma simbólica la absurda imposibilidad de organizar su agenda de reuniones por una Europa densamente poblada viajando en tren de alta velocidad. Destaca enseguida el evidente retraso de la UE respecto a Estados Unidos, cuyo mercado dejó de ser comparable al europeo en 1993 y cuyo PIB per cápita creció desde entonces un 60%, frente al 30% de la UE. Reconoce además el excepcional momento geopolítico que estamos viviendo, con guerras y conflictos comerciales y tecnológicos que minan el sistema internacional basado en reglas (en el que la UE tan bien se movía) y que exigen un mercado europeo mucho más integrado.

El informe se centra en seis aspectos clave del mercado único que hay que mejorar urgentemente.

En primer lugar, el flujo de capitales tecnológico y humano. Consciente de que la tecnología y el capital humano son las fuentes esenciales de crecimiento del siglo XXI, el informe propone que las cuatro libertades tradicionales (libre circulación de personas, bienes, servicios y capitales) sean complementadas con una quinta libertad: la libre circulación de la investigación, la innovación, el conocimiento y la educación (en el fondo, una libre circulación de capital tecnológico y humano que complementaría a los capitales puramente financieros). Esta quinta libertad tendría un poderoso efecto transversal sobre muchos otros sectores (en particular la sanidad, en donde la UE ha perdido más de la mitad de su capacidad de producción de ingredientes activos).

En segundo lugar, la financiación de los objetivos comunes europeos. Las transiciones verde y digital, la ampliación y el refuerzo de la seguridad europea exigen recursos financieros abundantes, tanto públicos como privados, y un papel muy activo de agentes como el Banco Europeo de Inversiones. Letta nos recuerda que Europa ahorra mucho, pero 300.000 millones de ahorros europeos de familias se destinan anualmente a otras regiones consideradas más atractivas. Una “Unión de Ahorro e Inversión” que retenga el primero y promueva el segundo exigirá un Marco Financiero Plurianual valiente, una profundización de la integración financiera y elementos novedosos como un plan de pensiones europeo, una garantía verde europea (EGG) para inversiones, un refuerzo de la Autoridad Europea de Valores y Mercados (ESMA) y una mayor armonización legislativa.

Por otra parte, las ayudas de Estado suponen un grave problema que distorsiona el mercado único, ya que las distintas capacidades fiscales de los Estados miembros condicionan la inversión. Letta propone una aplicación más estricta de las ayudas de Estado y la expansión progresiva de la ayuda financiera a nivel europeo, mediante un ingenioso mecanismo de contribución que exija a los Estados miembros que concedan ayudas de Estado que asignen simultáneamente una cuantía a la financiación de iniciativas e inversiones paneuropeas.

En tercer lugar, el tamaño del mercado y el de las empresas. El informe señala que “la escala importa”, en un doble sentido: la necesidad de un mercado interior amplio, no fragmentado, que permita el aprovechamiento de las economías de escala, y la necesidad de un mayor tamaño empresarial. Para aumentar la escala del mercado es necesaria una mayor integración en determinados sectores clave, entre los que se destacan los sectores financiero, energético y de comunicaciones electrónicas (inicialmente excluidos del mercado único por motivos estratégicos nacionales pero cuya fragmentación es hoy una de las principales razones de la caída de la competitividad de Europa). Letta insiste en que profundizar el mercado único no es una cuestión meramente técnica ni comercial, sino esencialmente política y estratégica.

El informe establece hojas de ruta específicas y muy detalladas para la integración de energía y de comunicaciones electrónicas (con propuestas como promover las interconexiones, la creación de una agencia que haga de ventanilla única para las empresas en el sector de renovables, un fondo de energías limpias, o bonos verdes). Insiste en la necesidad de lograr avances sustanciales en la próxima legislatura europea (2024-2029) y advierte de que, sin ellos, el objetivo de seguridad económica y la posibilidad de una política industrial efectiva se antojan imposibles. Además, un mercado único integrado promoverá estándares que serán adoptados por otras regiones.

En paralelo, y dentro de las necesidades de integración europea, el informe insta a la creación de un mercado común para la industria de seguridad y defensa, lo que requerirá una transformación radical de su capacidad. No tiene sentido que Europa destine a Ucrania tantos recursos como Estados Unidos, pero que el 80% de su financiación se destine a material estadounidense.

La dimensión del mercado se complementa con la necesidad de una adecuada dimensión empresarial, apoyando la expansión y el crecimiento de las empresas europeas para hacerlas equiparables a las de otras regiones competidoras. Sin empresas grandes será difícil aprovechar adecuadamente el potencial de la UE.

En cuarto lugar, la regulación. En una valiente señalización del elefante en la habitación, el informe apunta a la regulación como un serio problema que lleva a las empresas europeas a plantearse seriamente relocalizarse fuera del mercado único. Se presenta un enfoque pragmático con propuestas para mejorar el marco regulador y reforzar su aplicación efectiva para aumentar la eficiencia: simplificar considerablemente la legislación, priorizar los Reglamentos a las directivas (con mucho más riesgo de creación de divergencias nacionales) a la hora de fijar reglas dentro del mercado único, crear un Código Mercantil Europeo u obligar a una aplicación consistente de las reglas del mercado único, entre otras. No es ninguna broma: Letta advierte de que se corre un serio “peligro de desindustrialización”, e insiste en que la UE no debería ceder su papel de líder manufacturero a otros países, porque no está claro que eso “sea una opción beneficiosa”.

En quinto lugar, la cuestión social. De cara al futuro, debemos mejorar la distribución de los beneficios de la integración económica para promover su aceptación social. El mercado único debe llevar a una cierta convergencia, o sus ventajas se erosionarán a ojos de los ciudadanos. El informe insiste en que las políticas de cohesión no son un apéndice externo, sino una parte integral del mercado único. Mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos, las pymes y las regiones, adoptar una estrategia industrial con un enfoque más europeo (desarrollando el modelo de los proyectos importantes de interés común europeo o IPCEI), mejorar las licitaciones públicas o establecer una relación sólida entre la transición justa, ecológica y digital y la integración financiera son todos elementos esenciales para que la transición sea factible. Los costos de la transición son sistémicos y deben compartirse colectivamente.

Por último, el uso del mercado único como herramienta de política exterior. La seguridad económica, el comercio, la ampliación y la relación con los socios estratégicos están interrelacionadas. El mercado único tiene dinámicas internas y externas: siendo el mayor atractivo de la UE, debe aprovecharse para ampliar la influencia europea en la escena mundial. Así, a la hora de ampliar la UE, es importante que el acceso al mercado único sea usado como moneda de cambio: que solo se acceda si se respetan los criterios de Copenhague (respeto a los principios no negociables de democracia, Estado de Derecho, derechos humanos y protección de las minorías).

Aunque habrá tiempo para analizar muchos de estos elementos en profundidad, el Informe Letta resulta, en una primera lectura, un magnífico diagnóstico de los problemas que aquejan a un mercado único europeo que languidece y que debe renovarse si no quiere perecer en un mundo multipolar, así como una lista concreta, detallada y valiente de posibles soluciones con su calendario de aplicación. Ojalá influya decisivamente en la agenda de la Unión Europea en los próximos años.