Autor: Andrea Lucai

De corregir el mercado a orientarlo

Como hemos abordado en otras entradas (aquí o aquí), economistas bien conocidos están planteando nuevos desarrollos teóricos que cuestionan parte de los cimientos del análisis económico neoclásico, tratando de proponer un nuevo marco teórico y dando lugar a nuevas recomendaciones de política económica. Varios de estos desarrollos se presentan en foros académicos de primera línea con especial incidencia entre los gestores de política económica, entre ellos, en la conferencia insignia del BCE, su foro de banca central, que viene celebrándose desde 2014 en Sintra, Portugal, y que este año (finales de junio pasado) ha estado dedicado a la inversión y al crecimiento en economías avanzadas. Destacan dos aportaciones que apuntan en la dirección de un sector público más activo que intervenga para orientar el mercado (más allá de corregir sus fallos): la alerta de Ben Bernanke de que el crecimiento puede no ser suficiente y la aportación de Mariana Mazzucato sobre el papel central de la financiación pública para la innovación y la creación de nuevos mercados.

El Índice de Gini en España en cinco gráficos

La crisis ha tenido un importante impacto sobre el crecimiento de la desigualdad en España. Una lectura de distintos indicadores del índice de Gini dibuja una economía en la que ha crecido la desigualdad de la renta disponible desde 2007 como consecuencia del desempleo, pero también de la mayor dispersión salarial en el nuevo empleo creado y de una estructura de transferencias sociales que es especialmente poco efectiva en la corrección de la desigualdad si se compara con los países de nuestro entorno. Como nota positiva, nuestra desigualdad es relativamente menor cuando se mide en términos de riqueza.

¿G20 o G19?

La cumbre del G20 de Hamburgo (7-8 de julio) ha logrado sostener el paso de la reforma del orden económico internacional a base de una doble estrategia: en los temas donde es posible consenso, se mantiene la tónica de los últimos cinco años, en los que cada cumbre aporta algún elemento incremental construyendo sobre lo heredado de la cumbre anterior (en este caso, destaca el reforzado énfasis en la inclusión); y en los temas más conflictivos desde la llegada de la administración Trump, se avanza sin EEUU en el caso del clima, y en comercio, se opta por hacer una agenda más compleja que tenga en cuenta las distintas sensibilidades. En este sentido, la noticia puede ser cínicamente optimista: Trump no ha roto los esquemas; pesimista: el G20 no sirve para nada, es un instrumento para preservar el statu quo; o moderadamente optimista/pesimista: se avanza en algunas direcciones adecuadas, pero no en todas y a ritmo lento (acaso inevitable, en el G20 los grandes acuerdos se han dado en los momentos de más tensión).

Política presupuestaria y género

En el último año la OCDE y el FMI han incorporado el presupuesto con perspectiva de género a su instrumental de vigilancia y recomendaciones de política económica, aplicándolo además tanto a economías avanzadas como en desarrollo. Si bien es un instrumento cuyo origen se traza a los años 80 en Australia, cabe esperar que, una vez se ha incorporado a la corriente principal de análisis económico de la que forman parte estas dos instituciones, la política presupuestaria con enfoque de género (es decir, que promueven la igualdad de género) empiece a ser un tema recurrente, como en su momento ocurriera con la política fiscal medioambiental. La instrumentación de la política fiscal de género tiene varios componentes principales: su desarrollo a través del ciclo presupuestario, su gobernanza y las políticas específicas de género. Por cierto, España está entre los países avanzados que destacan por tener más desarrollada esta política.

Profundizar en la UEM: la Comisión se pone la venda antes de la herida

La semana pasada, la Comisión publicó su documento de reflexión sobre la profundización de la Unión Económica y Monetaria (UEM). El informe adopta el enfoque gradual que ya lanzó el Informe de los Cinco Presidentes en 2015 y destaca por el profuso uso del condicional y por la escasa concreción y ambición de las propuestas. Plantea los debates y propuestas ya conocidas, sin novedades y sin defender con claridad los escenarios de más integración. Sin perjuicio de que el equilibrio político actual de la UE no permite otro camino que el gradualismo (como ya se abordó en esta entrada), la Comisión no debe ser la institución que lo asuma de antemano. Al contrario, es la institución de lo común en Europa, y su papel debería ser el de abanderar las posiciones más ambiciosas que permitan completar la UEM y dejar que sea el debate político en el Parlamento y el Consejo los que determinen cuál debe ser el punto intermedio, especialmente en un documento de reflexión –el Libro Blanco (que veíamos aquí) era más acertado al plantear los escenarios políticos posibles, incluida la provocación de las distintas velocidades para a UE–. De otra forma, la Comisión está dando desde el inicio de la partida argumentos a las posiciones minimalistas, que se benefician de que el tablero de debate ya es más corto por el lado de la mayor integración.

Baumol: es natural que los costes de educación y salud crezcan

El pasado 4 de mayo murió William Baumol (1922-2017). Forma parte del grupo de economistas que han estado en la lista corta de los premios nobel sin llegar a conseguirlo (como Tony Atkinson). Baumol fue un autor especialmente prolífico, escribió más de 40 libros y 500 artículos, además de ser un dotado artista, llegando a dar clases de talla de madera en la Universidad de Princeton, donde desarrolló su carrera como economista. Conviene recordar dos de sus principales contribuciones, porque se olvidan con frecuencia: (i) la enfermedad de los costes, que permite explicar por qué el crecimiento de los costes de servicios como la educación o la sanidad no es más que una consecuencia natu­ral del desarrollo tecnológico y el crecimiento a largo plazo, y (ii) el papel central del emprendimiento y la innovación para el crecimiento económico.

También el FMI: desigualdad, género y cambio climático

El Fondo Monetario Internacional acaba de terminar sus reuniones de primavera. En su comunicado, además de la no condena al proteccionismo (que es ya una constante de los comunicados de foros internacionales desde la entrada de la nueva administración en EEUU), destaca el énfasis que se pone en la inclusión. En efecto, desde hace ya un tiempo, el Fondo está poniendo el foco en aspectos como la desigualdad, la política de género o el cambio climático. Se trata de una tercera ola en la revisión del viejo Consenso de Washington, tras la reformulación de la  efectividad de las políticas macroeconómicas (que analizábamos aquí) y la incorporación al análisis sistemático del Fondo de las reformas estructurales.

Homo socialis vs. homo economicus: el juego del dictador

Uno de los pilares de la ciencia económica es el constructo del homo economicus (asociado originalmente a las aportaciones de John Stuart Mill a finales del siglo XIX): un individuo que persigue su propia utilidad, al menor coste posible y actuando con expectativas racionales a partir de la información de la que dispone. Aplicando el individualismo metodológico, los comportamientos sociales se explican a partir del sumatorio de los comportamientos de los homo economicus y el libre mercado es la mejor forma de casar las utilidades individuales. Distintos desarrollos que recuperan la vinculación de la economía con otras ciencias sociales cuestionan la mayoría de estos supuestos, incluyendo que, más allá de la utilidad individual, los individuos tengamos, en esencia, comportamientos altruistas, es decir, que seamos, al menos en parte, homo socialis.

¿Qué puede hacer el G20 ante Trump?

Con la llegada de la administración Trump se ha planteado en los medios de comunicación una creciente duda sobre la capacidad del G20 para salvar la globalización. La ausencia en el comunicado de la reunión de ministros y gobernadores de marzo en Baden-Baden de una condena al proteccionismo –se ha sustituido por un “trabajamos para fortalecer la contribución del comercio a nuestras economías”–, o de un apoyo al acuerdo de París sobre el cambio climático, se han interpretado como un triunfo de la nueva administración americana. Más allá de lo simbólico de las palabras de un comunicado, ciertamente, el G20 enfrenta un reto para frenar el creciente impulso antiglobalizador (Trump, Brexit, o extremos políticos en Europa), pero, precisamente es el foro mejor equipado para hacerlo; desde su redefinición en 2008, es, ante todo, un foro útil para la gestión de crisis.

Movilidad intergeneracional: la Curva del Gran Gatsby

Uno de los pilares de la aproximación liberal a la economía pasa por la distinción entre fuentes legítimas e ilegítimas de desigualdad. La desigualdad vinculada al esfuerzo de los individuos es deseable, sin embargo, la asociada a circunstancias no controlables por el individuo ‒por ejemplo, la discriminación social, de género o raza, o el contexto o herencia socioeconómica familiar‒ debe ser compensada para garantizar una verdadera igualdad de oportunidades entre los ciudadanos. En otras palabras, la desigualdad es aceptable, siempre y cuando exista la posibilidad de movilidad social (el sueño americano). En los últimos años, en un contexto de creciente desigualdad en la distribución de la renta, se ha planteado un debate en torno a cuánto esta desigualdad entre los padres puede determinar la capacidad de movilidad social de los hijos, es decir, cuánto se hereda la desigualdad.