Periódicamente salen los resultados de distintos informes y estadísticas internacionales sobre la educación, el último, el informe Panorama de la Educación 2017 de la OCDE. Los resultados son recurrentes, con carácter general, España ocupa lugares bajos, inferiores a los países de nuestro entorno, en las tres principales (e interrelacionadas) dimensiones de la educación: acceso (tenemos un abandono escolar muy elevado y predominio de formación primaria), gasto (es escaso) y calidad (baja para nuestro nivel de desarrollo). La mejora de la educación es una asignatura pendiente central para nuestro sistema económico y social, necesaria para sostener el crecimiento de la productividad en una economía cada vez más basada en el conocimiento, y para mejorar la igualdad de oportunidades y el bienestar de nuestra sociedad. A modo de síntesis se recupera en cinco gráficos los principales indicadores internacionales que reflejan la debilidad de nuestro sistema educativo.
Acceso: escasa formación secundaria y mucho abandono escolar
España mantiene dos grandes carencias en cuanto al acceso a la educación que no separan de los países de nuestro entorno: tenemos un alto porcentaje de población que no alcanza el grado de formación secundaria superior y estamos en los puestos de cabeza en abandono escolar.
El porcentaje de personas con educación terciaria (universitaria o FP superior) se sitúa en España en torno al 36%, similar a la media OCDE. Un elemento positivo es además que, entre los estudiantes con formación terciaria, alrededor de un 30% tienen una formación científica (ciencias naturales, tecnología de la información, ingeniería, matemáticas), por encima de la media de la OCDE y de la UE (en torno al 25,5%). Sin embargo, España destaca por el reducido porcentaje de población con educación secundaria superior (bachillerato o FP de grado medio, ISCED 3). En España, los porcentajes de población con educación secundaria superior y con educación primaria (ESO o inferior), se invierten con respecto al resto de economías avanzadas: tenemos tan solo un 22,5% de personas con educación secundaria superior, frente a un 41,7% con educación únicamente primaria. En media, en los países de la OCDE y de la UE estos porcentajes son los inversos, en torno al 22% de educación primaria y al 45% de secundaria superior (gráfico 1).
El alto porcentaje de población con niveles de educación bajos está muy relacionado con el elevado nivel de abandono escolar. Aunque el abandono escolar ha mejorado en los últimos años (veníamos de tasas superiores al 30%! antes del estallido de la crisis), España tiene una tasa de abandono del 19%, en el pódium de la UE junto con Malta y Rumanía y muy por encima del 11 por ciento de la media de la zona euro y del objetivo fijado en la UE del 10% (gráfico 2). El abandono escolar es además mayor en los quintiles de la población con un nivel de renta más bajo, lo que redunda en problemas de equidad. Esta estructura educativa lleva a numerosos problemas de integración social y de empleabilidad (España también en últimos puestos en la UE) con desequilibrios entre la cualificación ofrecida y demandada en el mercado de trabajo (sobre o infra cualificación).
Un debate interesante sobre nuestra estructura educativa (baja formación y elevado abandono) es el que tiene que ver con el objetivo rector de la educación primaria y secundaria superior: adecuarla a las capacidades del alumno versus elevar las capacidades de los alumnos. En la actual sociedad del conocimiento, en la que cada vez más prima la capacidad de adaptación a una realidad económica rápidamente cambiante, el objetivo debe ser el segundo, concentrar esfuerzos en aumentar el nivel educativo y la calidad de la formación de manera horizontal, y menos, por ejemplo, en aumentarlo a través de centros de excelencia que aumentan el nivel y la calidad por vía de un aumento de la dispersión en torno a la media concentrando los esfuerzos en unos pocos. Otro elemento relevante es el que tiene que ver con la transición entre la formación general y académica y la específica. Es importante establecer un sistema que facilite el tránsito entre la educación general y la profesional para reducir el abandono escolar, pero también establecer puentes que permitan volver a saltar de la formación profesional a la académica.
Gasto: poco gasto en términos de PIB y bajo gasto por alumno
España gasta poco en educación con respecto a los países de nuestro entorno. El gasto público en términos de PIB se sitúa en el 4,2 por ciento, un punto por debajo de la media de la UE, lo que nos sitúa en el grupo de cola de la UE. La educación ocupa también un peso menor en el presupuesto público: en España el gasto en educación absorbe el 9,3% del gasto presupuestario, frente al 10,6 de media en la UE (gráfico 3).
Las cifras de gasto por estudiante son igualmente bajas. En España, el gasto por estudiante (gasto público y privado) para el conjunto de todas las enseñanzas, se sitúa (con datos de 2014) en torno a 5,500 (se eleva a 6,000 euros si solo se incluye el gasto público), en niveles que solo superan a Portugal y los antiguos países de Europa del Este dentro de la UE. Los niveles de gasto descomponiendo por distinto tipo de educación están también muy por debajo del gasto en los países de Europa occidental (gráfico 4). En la composición del gasto educativo destaca el elevado peso relativo de la remuneración de profesores ˗que se mantiene ligeramente por encima de la media de la OCDE, si bien con una carga de horas lectivas mayor˗, y el escaso gasto de inversión en educación u otros gastos corrientes, como las ayudas a estudiantes.
Las decisiones presupuestarias son siempre complicadas, pero, desde luego, la educación debería estar en el grupo de cabeza de las prioridades, tanto por razones de crecimiento a medio y largo plazo ˗el capital humano es factor clave en una economía del conocimiento˗, como por razones de equidad entendida en términos de igualdad de oportunidades y de equidad intergeneracional (la educación de hoy determina la capacidad de redistribuir mañana).
Calidad: no puntuamos bien
Asumiendo de partida que los indicadores internacionales de calidad educativa están basados en encuestas, pruebas o parámetros de medición que son siempre cuestionables, lo cierto es que no puntuamos bien en las grandes encuestas internacionales sobre la calidad de la educación como la encuesta PIAAC o el informe PISA de la OCDE, que evalúan, respectivamente, las competencias de la población adulta y de los estudiantes, o el ranking de universidades de Shanghai Ranking Consultancy (ARWU, 2017).
En el último informe de la OCDE de 2016 sobre las competencias de la población adulta, España ocupa, junto con Italia, los últimos puestos en comprensión numérica y lectora, lo que sin duda está relacionado con la concentración de la formación en primaria y el elevado abandono (gráfico 5). El último informe PISA (con datos de 2015) es menos desfavorable que los anteriores (ha mejorado sobre todo la comprensión lectora). Los estudiantes españoles se sitúan en torno a la media de la OCDE en lectura y ciencias y algo por debajo en matemáticas, con un grado de dispersión más reducido que en la OCDE, tenemos menos porcentaje de alumnos excelentes (10,9% frente a 15,3% de media de la OCDE), pero también un porcentaje menor de alumnos con muy bajo rendimiento (10,3 % frente a 13% en la OCDE). También estamos en valores medios de la OCDE en dispersión de resultados por género y estrato social, si bien con peores resultados para la población inmigrante. España tampoco cuenta con universidades en lugares de excelencia. Según el ranking de países ARWU de 2017, ninguna universidad española figura entre el grupo de las 200 primeras, y tan solo 3 en el top 300 (11 en el top 500). Como país, España ocupa el puesto 26 por el número de universidades dentro de la calificación. No obstante, el ranking tiene un sesgo valorativo que beneficia a las universidades anglosajonas y penaliza a universidades generalistas como las españolas (cuando se distingue por áreas académicas ocupamos puestos más elevados).
En definitiva, necesitamos más y mejor educación. Es una prioridad económica y social. Populus sanus cum sanam educationem.
Gracias por la entrada, Andrea
Es una estupenda introducción a la situación de la educación en España.
Parece claro que es necesario gastar más y mejor y potenciando los descuidados niveles secundarios.
La cuestión de la equidad intergeneracional, no obstante, debe abordarse como una problemática actual y no tanto como un elemento de preocupación de cara a futuro, que también.
Qué partidas de gasto vamos a contener o qué impuestos vamos a subir para posibilitar un aumento del gasto educativo hoy?
Recomiendo la séptima revisión del informe Employment and Social Development in Europe de la Comisión Europea. España no sale excesivamente bien parada en este monográfico sobre la equidad intergeneracional.
Enhorabuena por la entrada
Gracias José Antonio. Muy de acuerdo con que la equidad intergeneracional es un problema actual que exige políticas de educación y, seguramente, también de redistribución (escribí un post al respecto aquí). En cuanto a tu pregunta abierta, creo que va más por el lado de los ingresos, qué impuestos hay que aumentar o cómo mejorar las bases impositivas y la eficiencia recaudatoria. No había visto el informe de la Comisión, le echaré un vistazo.
Con todos los respetos creo que estos temas se analizan en exceso bajo la óptica presente descartando un análisis histórico. España es el país que más tardó en generalizar la educación superior, e incluso la media durante la dictadura fue escasa. Mucha gente de aquellas épocas siguen vivos y contando en las estadísticas.
Por otra parte España tiene un tejido industrial de pymes creado en los años 60 y 70 por gentes sin formación ni capital previo, gente que mejoró económicamente pero también mejoró la vida de sus vecinos generando trabajos en polos concretos como el textil, cerámica, juguete.
Por otra parte la extensión de la educación superior (a mediados de los años 80) coincidió con un ensanchamiento de las plantillas públicas por el desarrollo competencial de las CCAA y ayuntamientos así como la ampliación de las redes de colegios, centros de salud y nuevos hospitales, todo ello a la par de un desembarco de multinacionales captaba mucho «capital humano».
Una vez ambos nichos de empleo cualificado han ido agotando su capacidad de absorción el problema que se percibe parece ser que la mentalidad «buscar un buen trabajo, pero esperar que lo cree otro» hace complicado que se generen por parte de «capitalizados humananamente» empleos para ellos y para otros. El emprendimiento hoy es meramente anecdótico además con cierta «cariturización» que hace que se rechace por buena parte de la sociedad.
Desgraciadamente, aunque en España a día de hoy contásemos con un 40% de titulados universitarios y un 60% con enseñanzas medias nuestro problema de alto paro estructural sería parecido.
También decir, que habiendo trabajado en bastantes países en una multinacional no creo que la formación universitaria sea peor sino todo lo contrario a pesar de ser menor la inversión en términos económicos.
En España hace falta una mentalidad más a «lo israelí» para hacer un cambio real del modelo productivo que permita generar más y mejores empleos.
Gracias Juan. Las cifras de abandono escolar se refieren a la población entre 18 y 24 años y en relación al nivel de formación de la población adulta, aunque hay algo de lastre por la reducida formación de la población mayor, desafortunadamente, nuestras diferencias con Europa y la OCDE se mantienen entre la población joven. La distribución del nivel de formación de la población española entre 24 y 34 años se sitúa, con datos de 2016 en: terciaria (41%), secundaria superior (24%) y primeria (35%). En formación primaria y secundaria superior estamos muy lejos (a 20 puntos porcentuales de distancia) de la media de Europa y de la OCDE, donde estos porcentajes se sitúan en torno a: terciaria (41.5%), secundaria superior (43%) y primaria (15.5%). Sobre la calidad de la formación universitaria, también creo que es buena (el problema está sobre todo en primaria y secundaria). Destacamos en formación científica y el propio ranking ARWU (sin duda, con muchas limitaciones) también nos destaca para determinadas áreas académicas.
En general, de acuerdo con tus planteamientos sobre la importancia de mejorar la demanda de trabajo y el emprendimiento, pero también hay que reforzar la oferta de capital humano a través de la mejora de nuestro sistema educativo (y sin perjuicio de otro tipo de consideraciones relacionadas con el propio desarrollo personal y de la sociedad). En el caso de la formación profesional, un punto de encuentro importante entre oferta y demanda de trabajo es la formación dual, con modelos de cooperación escuela-empresa (prácticas), donde la referencia son países como Alemania, Austria y Suiza (si bien estamos lejos, porque estos países cuentan con un tejido empresarial y de pymes más potente para poder articular este tipo de políticas).
Gracias por la precisión, me refería sobretodo al gráfico 1. Respecto a lo del abandono es una lacra, pero en parte ha sido fomentado por la fiebre del oro «destajista» que hizo que muchos jóvenes quisiesen su Audi al calor de la demanda de la construcción (década 1996-2006) y posteriormente por todo lo contrario, no ver empleo con «skill premium» disponible.
Para la FP dual se requieren como bien dices más tejido de pymes industriales, hoy cada día está menos presente, exceptuando Euskadi. Otros polos industriales parecen resurgir (textil) al ir mejorando las condiciones laborales en otros países donde se deslocalizaba y cada vez se hace menos, y que podrían volver a servir para mejorar la FP.
Por último un tema que a mi me preocupa, y es que se está desviando una formación «profesional» a los másteres universitarios (con precios sensiblemente superiores al grado o FP). Gran parte de los nuevos «oficios» digitales son en realidad trabajos que no requerirían una titulación universitaria previa y sin embargo se están ofertando como Másteres. Ojo con la acaparación por parte de las universidades de la validación de ciertas competencias como forma de financiarse a costa de hacer estas competencias inaccesibles desde niveles formativos medios.
Son datos muy conocidos. Pero falta uno de difícil obtención: la estructura del gasto por partidas (nóminas profesores, instalaciones, servicios…). ´Vendría al caso dado que los profesores de ESO españoles están mejor pagados que la media de la OCDE y de EU 22, aunque el gasto global de España por alumno es inferior a esas medias respectiva. Aparte de profesores bien pagados, debe haber bibliotecas en esos centros con personal, salas de lectura, edificios con calefacción/refrigeración, apoyo a alumnos con necesiades especiales, comedores en los centros, jornada partida para que los alumnos no estén sin comer desde 8:30 a 15, etc etc etc. Me temo que se gasta más % en capítulo 1 (nóminas) que en el resto de países.. La cuestión no es, al menos no sólo cuánto se gasta, sino CÓMO se gasta en ESO,