Al mismo tiempo que EEUU lanza una ofensiva decidida para aumentar las barreras arancelarias a diversos productos como el acero y el aluminio, en África diversas iniciativas apuestan por abrir sus fronteras comerciales. El pasado 21 de marzo 44 Jefes de Estado de la Unión Africana (formada por 55 miembros) firmaron la creación de la ZLEC, la Zona de Librecambio Continental. Se han firmado tres acuerdos: la declaración de Kigali, que crea la zona de librecambio continental; el protocolo de librecambio, en cuanto a bienes y mercancías y el de libre circulación de personas en el continente. Para que este acuerdo en vigor, al menos 22 de los firmantes tendrán que ratificarlo. La ZLEC es un mercado de 1.200 millones de consumidores, un PIB acumulado de 2,5 billones de dólares (datos del Banco Mundial) y una demografía al alza.
Aunque este paso en favor del libre comercio ha despertado mucha ilusión general en un continente que busca así su lugar en una globalización de la que apenas se beneficia, la negativa de Nigeria a unirse le resta mucho impacto. Parece que sus dirigentes están haciendo caso a la sociedad civil y al empresariado que argumenta, incluso citando a Krugman, que todos los procesos de liberalización comercial dañan en el corto plazo a sectores específicos que no aguantan la competencia exterior. Y aunque también reconocen que en el largo plazo las ganancias totales para el conjunto de la economía pueden ser mayores, les interesa más concentrarse en lo que puede ocurrir con más certeza.
Una de las cuestiones que tendrá que aclarar la ZLEC es qué pasará con los países que ahora están suscribiendo Acuerdos de Partenariado Económico con la UE. En efecto, dada la incompatibilidad del Sistema de Preferencias Generalizadas con las reglas de la OMC, por su falta de reciprocidad, se están ahora definiendo escenarios más equilibrados. Concretamente, a partir del acuerdo de Cotonou en 2000, se iniciaron las conversaciones para reformular los acuerdos que la UE tenía con distintos países, en particular con los 16 estados de África del Oeste. Los avances son dispares en función de los distintos países, pero por ejemplo en Costa de Marfil ya está en vigor desde el 1 de septiembre de 2016 el Acuerdo de Partenariado Económico, por el que en el plazo de dos años se irán desmantelando progresivamente los aranceles existentes por parte de Costa de Marfil que afectan al 80% del comercio con la UE.
Además, se llevará a cabo un trabajo exhaustivo de acercamiento de las normas y especificaciones técnicas de los productos de los dos socios comerciales, para evitar las llamadas barreras no comerciales que suelen ser incluso más importantes a la hora de impedir la libre entrada de las mercancías. Para los países africanos, protegidos hasta este momento, las mayores resistencias internas a la entrada en vigor de este tipo de acuerdo se deben a los recursos aduaneros que van a dejar de ingresar. Esto es especialmente importante en países donde la base fiscal es muy limitada, y las posibilidades de ampliarla reducidas, en especial por la gran extensión de la economía informal (el FMI estima que equivale a un 80% del PIB en Costa de Marfil). Y sin embargo hay dos atractivos para esta parte de la relación comercial: por un lado la UE pretende ayudar a la transición con cuantiosos fondos y asistencia técnica que haga más competitiva la economía marfileña y, por otro, el estatus de socio comercial de igual a igual con la UE está en línea con el objetivo de ser reconocido como economía emergente y abandonar el pelotón de cola de las “economías en desarrollo”.
El impulso actual a derribar fronteras apuesta por retomar la visión a largo plazo de la integración de la vertical África-Mediterráneo-Europa, como solución ambiciosa frente al predominio del eje del Pacífico, por diversas razones:
- Porque Europa es todavía el primer inversor y el primer cliente de África
- Porque la proximidad geográfica sigue explicando gran parte del comercio (aqui)
- Porque con una población europea que envejece y una africana que sigue en explosión, Europa tiene que decantarse por un mercado que tendrá 2.500 millones de habitantes en 2050.
- Porque hay desafíos comunes que se pueden abordar mejor de forma conjunta: el terrorismo, la inmigración no controlada o el cambio climático.
Esta visión a largo plazo podría ir materializándose en iniciativas con cierto grado de factibilidad. Algunas ideas que pueden ayudar a mejorar las interconexiones entre los dos continentes son:
- Incrementar la inversión en las redes de electricidad, agua, transporte; un ejemplo es SECEGSA, una sociedad mixta hispanomarroquí que estudia desde hace más de 40 años el proyecto de enlace fijo entre Europa y África (Barón Crespo, 2018)
- Facilitar la financiación, promoviendo instrumentos para inversores privados con cobertura de riesgo pública e impulsando partenariados entre empresas europeas y africanas
- Aumentar la cooperación educativa y cultural, en ámbitos como el reconocimiento de títulos, los intercambios de estudiantes, y la aceleración en la concesión de visados para estudiar y para emprender negocios
Dentro de este último ámbito, en la última cumbre de la UE-UA celebrada en Abidjan en diciembre de 2017, el tema elegido era “invertir en la juventud para un desarrollo sostenible”. El tema había despertado grandes expectativas, pues dado el elevado crecimiento demográfico que experimentan la mayor parte de los países del continente africano y dadas las carencias de su formación, el futuro de esta región pasa por aprovechar este capital humano. Una de las propuestas más elaboradas por las asociaciones africanas de jóvenes es la promover un Erasmus africano-europeo, ampliando el alcance de la iniciativa más exitosa hasta el momento para reforzar el sentimiento europeo y la movilidad laboral en la UE. Ello podría ser especialmente interesante para aumentar el conocimiento de los estudiantes, para reducir los muros que nos separan y para mejorar en la percepción poco fundada de la inmigración como factor negativo en el crecimiento de las economías occidentales.