El continente africano como zona de libre comercio

Aunque muchos lo consideran un “sueño imposible”, hay algunas señales positivas sobre la construcción de una África unida desde el punto de vista comercial. En efecto, la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio del Continente Africano (AfCFTA) o Zona de Libre Comercio (ZLEC) el 7 de julio de 2019 constituye un hito indiscutible en este continente, que hasta ahora estaba dividido en bloques regionales. Con la confirmación de la entrada en este proyecto de Nigeria, la mayor economía africana, la iniciativa cobra sin duda un mayor alcance.

El nuevo acuerdo afectará al 90% del comercio de los bienes intercambiados y creará un mercado de 1.200 millones de personas con un PIB de cerca de 3 billones de dólares. Sobre todo, este nuevo espacio que permitirá la libre circulación de personas, capitales, bienes y servicios podría ayudar al desarrollo de las economías africanas gracias a un aumento de los intercambios comerciales, a nuevas oportunidades de industrialización y de superación de la dependencia de la producción de materias primas. Se espera que el comercio intra-africano crezca en torno al 16% (según las estimaciones del FMI), es decir, unos 16.000 millones de dólares. África podría así aumentar considerablemente su reducida participación en los intercambios mundiales, que no llega ni al 3% en la actualidad. De estas, si tenemos en cuenta las que se destinan al mismo continente africano, son sólo el 0,37% del total mundial.

Bajo la dirección de la Unión Africana, parece que por primera vez estamos asistiendo a un verdadero debate sobre el comercio a nivel continental. Hay que valorar positivamente que 55 gobiernos africanos se hayan puesto de acuerdo para adoptar los documentos que establecen la ZLEC, un protocolo sobre el comercio de bienes, un protocolo sobre el comercio de servicios y un mecanismo de resolución de disputas. Los analistas señalan algunos  elementos esperanzadores: por primera vez los servicios han sido incluidos como complemento al comercio de bienes, desde el inicio, sin dejarlos para una segunda fase junto a medidas de comercio transfronterizo, como las de competencia, inversión y propiedad intelectual. También esta vez parece que el esfuerzo es mayor en cuanto a la inclusión de los movimientos de capital, siguiendo el modelo de la Comunidad de África del Este.

Entre los múltiples desafíos pendientes podemos identificar cinco cuestiones clave: armonización tarifaria; armonización no tarifaria; transportes y logística, complementariedad de las economías y solidaridad.

Empezando por la primera cuestión, habrá que trabajar intensamente para  combinar los nuevos acuerdos de aranceles nulos y mínimas excepciones con la existencia de esquemas de aranceles no preferenciales en la mayor parte del comercio bilateral. Hay diferencias notables entre los acuerdos regionales que habrá que eliminar en favor de una norma común. La CEDEAO, por ejemplo, tiene cinco parrillas de aranceles para el arancel externo común, con una larga lista de excepciones, mientras que la CEAE tiene tres parrillas y se está planteando establecer una cuarta, en el rango de 0-35% y con una larga lista de excepciones. También queda por definir cómo afectará la ZLEC a los acuerdos de partenariado (APE) firmados con la UE, lo cual podría abordarse en la próxima cumbre UE-África.

En segundo lugar, eliminar las barreras no tarifarias será ciertamente complicado. Habrá que acordar la armonización de las reglas de origen a nivel continental, ya que la mayor parte de los países mantienen políticas divergentes con socios de fuera del continente. Ya se han identificado al menos 800 productos con reglas específicas de origen. Probablemente se fije una regla del 50% del valor añadido realizado en África, aunque hay quien apuesta por un porcentaje mayor, para no favorecer a las filiales africanas de países de fuera del continente o a sus redes de distribución. Habrá muchos productos sensibles, especialmente productos agrícolas como el arroz, el té o el trigo.

En cuanto a las cuestiones logísticas y de transporte, el desafío es sustancial, puesto que las infraestructuras de puertos, carreteras y aeropuertos en el continente tienen en general un desarrollo precario. Además, están generalizadas prácticas como los controles no reglamentarios en el transporte por carretera, que pueden ser una verdadera barrera a la libre circulación. También las prácticas corruptas en las Aduanas y los largos procedimientos administrativos deben ser abordados, ya que en la actualidad el despacho medio aduanero en el continente es de 30 días frente a 10 en Europa.

Más a medio plazo una cuestión clave será cómo desarrollar la complementariedad entre los productos de las economías integrantes de la ZLEC. En este sentido, la posición de países como Egipto, Sudáfrica, Nigeria, Marruecos, Kenia o incluso Costa de Marfil, con una cierta base industrial, es muy distinta a la de otros países totalmente dependientes de la minería y las materias primas. La combinación de adecuadas políticas industriales y del acompañamiento de inversión doméstica y extranjera en sectores con potencial se hace más necesaria que nunca, como veíamos aquí.

Por último, en cuanto a la solidaridad entre los miembros de la ZLEC, la creación de fondos para apoyar la competitividad de los países menos avanzados es por el momento sólo una intención.

En definitiva, quedan muchos desafíos para que el proyecto de la ZLEC se haga realidad. Se calcula que al menos harán falta unos tres años para ver avances sustanciales, pero al menos se están dando pasos en la buena dirección. Ahora que la UE acaba de firmar un acuerdo con Mercosur, no debería olvidar prestar atención al desarrollo de la integración comercial en el continente africano, un vecino con un enorme potencial con el que asociarse en el futuro no tan lejano.