Antes del verano salió a la luz “El fin de la teoría: Las crisis financieras, el fracaso de la Economía y el barrido de la interacción humana” un libro sobre economía escrito por un financiero. Richard Bookstaber es un veterano de la gestión de riesgos: vivió el hundimiento bursátil de 1987 en Morgan Stanley, la quiebra del Long Term Capital Management en Salomon Brothers y la crisis financiera global en la Oficina de Investigación Financiera creada en el Departamento del Tesoro de Estados Unidos. No se arruinó y ahora compagina su puesto de responsable de riesgos del fondo de la Universidad de California (que gestiona más de 60.000 millones de dólares) con la escritura de artículos académicos y de libros, en los que cuestiona la visión ortodoxa de la economía. Es por tanto un continuador de una saga muy distinguida de financieros metidos a economistas críticos, de la que son exponentes George Soros y Nassim Taleb.
Para el autor, las crisis son la prueba definitiva de la validez de la teoría económica convencional. Y a su juicio, el paradigma de raíz neoclásica basado en la optimización individual, la estabilidad de las preferencias y el equilibrio no ha conseguido superar el test de esta última crisis. No se trata de una acumulación de anomalías pasajeras; si no se puede explicar la inestabilidad, las espirales acumulativas y la dinámica de colapso del sistema en tiempo de crisis es porque se están perdiendo aspectos esenciales de la realidad, que también se manifestarán en tiempos de calma. A lo largo del libro, Bookstaber hace un alegato apasionado, casi romántico contra el alejamiento de la economía respecto a lo humano. Recurre a la historia de la ciencia y de las matemáticas, así como a la literatura (confiesa ser un novelista frustrado) para ilustrar ese pacto con el diablo que hicieron los neoclásicos, abrazando, en aras del respeto científico, el mecanicismo determinista.
Tras los dos capítulos introductorios, la primera parte del libro está dedicada a los Cuatro Jinetes del Econocalipsis. Atendiendo a los epígrafes, en realidad serían cinco, que además están íntimamente relacionados. Tratemos de ordenarlos. El primero es la incertidumbre fundamental, que resume citando al personaje principal de La insoportable levedad del ser: solo nacemos una vez y no podemos acceder a la experiencia de los que ya han vivido. No existe una realidad objetiva y estable que podamos conocer y representar utilizando distribuciones de probabilidad. Los agentes no conocen el modelo de la economía. El mundo cambia cada día en formas que no podemos aprehender. La limitación del conocimiento sobre el futuro es un rasgo inherente a la vida humana; la biblioteca de Babel que describe Borges, en la que está acumulado todo el conocimiento posible, acaba siendo una maldición, porque no permite hacer inteligible ese conocimiento.
El segundo jinete, la no ergodicidad, es más bien una variante del primero, pero envuelto en una capa más técnica. Simplificando, los procesos ergódicos son aquellos que el paso del tiempo no altera. La economía y las finanzas ortodoxas se han construido asumiendo este supuesto. Pero en realidad, todos los sistemas sociales tienden a ser no ergódicos; el comportamiento histórico puede ser útil para comprender el futuro, pero no se puede confiar en que se ajuste al mismo patrón. El cambio es incertidumbre. Y las expectativas y acciones de los agentes son parte del proceso de cambio y condicionan la evolución de la realidad.
El tercer jinete tiene que ver con la forma de decidir de los agentes. Siguiendo la investigación de las últimas tres décadas de la psicología cognitiva y de la economía conductista, Bookstaber supone que los agentes toman sus decisiones mediante herramientas heurísticas. Enfrentados a la incertidumbre y apoyados en años de adaptación evolutiva, los humanos aplican reglas sencillas y robustas, que en algunos casos no utilizan toda la información disponible. No se trata de una aproximación de segundo orden al modelo ideal de maximización de la utilidad. Es la forma de aplicar nuestra racionalidad humana en nuestro contexto, que implica equivocaciones y aprendizajes.
El cuarto y quinto jinetes son implicaciones directas de los anteriores. Los agentes son heterogéneos en el sentido de que no interpretan el mundo de la misma forma. Su interacción en el mercado patrones emergentes, dinámicas difíciles de predecir ex ante que son ajenas a las intenciones de las acciones individuales. Durante la crisis financiera, uno de estos patrones fue la cascada de ventas y hundimiento del valor de los activos provocada por acciones de protección de sus carteras por parte de algunos agentes y los intentos de reducir su apalancamiento de otro conjunto de agentes. La interacción también da lugar a situaciones de irreductibilidad computacional, en las que no se puede obtener una solución matemática determinista. No se dan las condiciones de estabilidad para poder caracterizar un único equilibrio. La única forma de explorar las posibles soluciones en este mundo marcado por la complejidad es mediante simulaciones.
El autor no se anda por las ramas en su diagnóstico sobre el estado de la economía: su programa de investigación está en fase de degeneración. Para culminar la revolución necesaria para poder entender las crisis financieras se necesita, además de un período de ciencia extraordinaria (con discusiones sobre el método, críticas a los fundamentos del paradigma vigente), hace falta un paradigma alternativo. Para Bookstaber, la base de dicho paradigma son los modelos basados en el agente, de los que ya hablé en una entrada anterior.
El modelo para el sistema financiero con el que pretende explicar los mecanismos de la crisis financiera se asemeja al de una evacuación en un espacio amenazado por el fuego. La concentración en el mercado equivale al número de personas, la liquidez el ritmo al que pueden salir y el apalancamiento actuaría como materia inflamable, determinando además el tiempo del que se dispone. Para llevar este esquema a la práctica, el autor considera que hay que partir de la configuración real del sistema financiero estadounidense, caracterizando bancos, hedge funds y otras instituciones, así como sus herramientas heurísticas de decisión y las capas de relación en red a través de la financiación, los activos y las garantías. En este análisis destaca el lugar central que ocupan los mercados de financiación con instrumentos de renta fija en todo el entramado. Y explica los dos mecanismos básicos de activación y propagación de una crisis sistémica: las ventas forzadas de activos y las corridas de financiación, que dejan en posición precaria a agentes apalancados y acentúan la inestabilidad evitando que las bajadas de precios atraigan más capital.
Bookstaber cree que el desarrollo de modelos basados en el agente podría ayudar a entender mejor las crisis y a acortar su duración. La clave a su juicio es conseguir que el abundante capital de los inversores institucionales tenga incentivos a aprovechar los abultados descensos de precios de los activos para entrar antes a comprar. Claro que para ello hay que detener antes las espirales destructivas de incertidumbre a través de un seguro creíble (como se consiguió hacer en Estados Unidos a principios de 2009).
El libro adolece de un cierto desequilibrio entre lo categórico de las conclusiones y recomendaciones, y la parquedad de algunas explicaciones. En particular, no menciona las limitaciones que tienen los modelos basados en el agente, empezando por el exceso de parámetros y la dificultad de contrastación empírica. Y no es ni el primero ni el más completo exponente de la tesis del cambio necesario de paradigma (está bastante por debajo de The Origins of Wealth, de Eric Beinhocker (2006)). La elección del título tampoco parece afortunada. En la conclusión sostiene que con el nuevo enfoque basado en el agente se abandona la reflexión teórica para sustituirla por una búsqueda pragmática de los distintos caminos de la realidad. Afortunadamente, la teoría cambia y se plasma de otra manera pero no nos abandona. En cualquier caso, merece la pena, porque se trata de una visión de alguien con una larga experiencia real en el mundo de las finanzas y de la economía.
Que paradoja, «the end of theory» es simplemente eso: «a theory»; y una con poco soporte empírico. Aparentemente, su objetivo es convencernos de la impredecibilidad de los fenómenos económicos. Pero la verdad es que en historia económica no hay nada mucho nuevo bajo el sol, incluso los Holandeses tuvieron burbujas financieras como la famosa de los tulipanes. La ergodicidad (en el sentido que menciona el libro) es una propiedad que se aplica a los procesos estocasticos estacionarios, pero estadísticamente ni siquiera hace falta suponer estacionariedad para modelizar series temporales. También critica el uso de la probabilidad, pero los fenómenos extremos de ocurrencia poco frecuente pueden modelizarse perfectamente con herramientas probabilisticas ordinarias. La matemática es un lenguaje, puede usarse para construir modelos sencillos o complejos, realistas o estilizados, igual que el lenguaje verbal. Si el investigador quiere incluir estos fenómenos en el modelo, lo hará y si quiere omitirlo porque pasan con poca frecuencia pues también. Diferentes modelos tienen objetivos distintos. En todo caso, modelos de burbujas financieras existen desde hace años, en equilibrio general, aunque los investigadores macroeconómicos del business cycle no les prestasen mucha atención. Pero la situacion actual no viene de fallos teóricos en la economía. Lo que sucede es que los sistemas de medición que debían haber controlado la burbuja actual, y la legislación que debería haberla prevenido se desactivó, por la presión de ciertos lobbies políticos y empresariales; pero eso tampoco es nuevo. Y también se puede modelizar usando teoría de juegos razonablemente estándar.
Gracias José. Como dices, creo que desbarra un poco proclamando el fin de la teoría para dar más dramatismo a una visión teórica distinta. Por el contrario, yo creo que sí se trata de una innovación bastante profunda respecto a la economía ortodoxa. No habla de fenómenos poco probables sino de incertidumbre fundamental, no representable con una distribución objetiva de probabilidades. Claro que se puede representar en series temporales y en modelos, pero no de la forma habitual. Asumir esta incertidumbre dificulta mucho mantener el enfoque del equilibrio. Los modelos basados en el agente, que Bookstaber defiende con pasión en el libro, son otra forma de hacer economía que yo sí creo que puede ser muy fructífera. Como señalo al final de la entrada, conviene también reconocer los puntos débiles de los modelos basados en el agente y quizá lo más razonable sería poder utilizarlos junto con los modelos de equilibrio para llegar a entender mejor la dinámica económica.