El pasado 19 de mayo se celebró la primera Cumbre entre la UE y el Reino Unido desde el Brexit. A pesar de las dudas iniciales, y sin duda gracias al complejo contexto geopolítico, lo cierto es que el resultado puede considerarse como bastante positivo. Por fin podemos decir que el Brexit comienza a quedar atrás.
Por lo pronto, la cumbre ha venido precedida de un acuerdo por el que el Reino Unido concede acceso a sus aguas territoriales para los pesqueros europeos hasta finales de junio de 2038, es decir, una extensión de 12 años. A cambio, la UE se compromete a cerrar un acuerdo sanitario y fitosanitario (SPS) que simplificará enormemente los controles para el comercio de alimentos y otros productos agrícolas. Resolver este asunto era una cuestión de buena voluntad: por parte del Reino unido, no tenía sentido cerrar el acceso a los barcos europeos, rompiendo la tradición de las últimas décadas (aunque se resistía a conceder un derecho permanente); por parte de la Unión Europea, era absurdo seguir estableciendo estrictos controles sanitarios y fitosanitarios para un comercio agroalimentario que ha venido funcionando perfectamente durante el tiempo que el Reino Unido ha permanecido en el mercado único. Por eso, finalmente, la Comisión ha aceptado un Acuerdo SPS indefinido, a cambio de acceso a los caladeros británicos durante 12 años. Es un término medio bastante razonable, y cuyos detalles técnicos se conocerán más adelante.
La segunda buena noticia es la firma de una Asociación de Seguridad y Defensa (SDP en inglés). Este acuerdo establece un marco de diálogo permanente (con reuniones semestrales entre la Alta Representante europea y los ministros de Defensa y Exteriores del Reino Unido, así como posibles invitaciones al Reino Unido para que asista a reuniones europeas), y cooperación en ámbitos como el apoyo a Ucrania, iniciativas de seguridad e industria de defensa, movilidad de material y personal militar, seguridad espacial, consolidación de la paz y gestión de crisis, cuestiones cibernéticas, lucha contra las amenazas híbridas y resiliencia de las infraestructuras críticas.
Una de las grandes ventajas de esta Asociación de Seguridad y Defensa es que abre la vía para que el Reino Unido pueda utilizar el SAFE, el instrumento europeo de préstamo de 150.000 millones de euros propuesto por la Comisión para impulsar la producción de material de defensa en toda Europa (y que deberá aprobarse formalmente por el Consejo de la UE el 27 de mayo). Del SAFE se pueden beneficiar los Estados miembros de la UE y además los países que tengan una Asociación de Seguridad y Defensa vigente con la UE (aunque se requiere un acuerdo adicional), y uno de ellos podrá ser ahora el Reino Unido.
Por lo demás, buenas intenciones: la cumbre ha prometido intensificar las negociaciones en otros ámbitos importantes como la movilidad de estudiantes y profesionales, el mercado eléctrico, los derechos de emisión o la cooperación policial y judicial.
En el ámbito de la movilidad, se trata de facilitar la participación de jóvenes de la Unión Europea y del Reino Unido en actividades de trabajo, estudios, voluntariado o simplemente turismo durante un periodo limitado. También en lograr que el Reino Unido se sume al programa Erasmus+ de la UE, en condiciones (incluidas las financieras) que se determinarán más adelante. Aquí uno de los temas espinosos es permitir que los estudiantes europeos tengan matrículas universitarias más razonables que las actuales (que están, por otro lado, perjudicando a las universidades británicas). También se van a intentar facilitar las actividades de profesionales y los intercambios culturales y artísticos (incluidas las giras de artistas). Además, se seguirá trabajando en un vínculo entre el Sistema de Comercio de Emisiones del Reino Unido (UK ETS) y de la UE (UE ETS), de forma que las empresas puedan volver a intercambiar sus derechos de emisión y se beneficien de exenciones mutuas de los respectivos Mecanismos de Ajuste en Frontera del Carbono (el europeo comienza en 2026 y el del Reino Unido está por crearse).
Las negociaciones serán complicadas, y la redacción será importante para evitar la politización de los debates. Se acepta ya que habrá algún grado de adaptación dinámica de las reglas británicas a las europeas, pero manteniendo la soberanía regulatoria y con un mecanismo de arbitraje para la resolución de disputas, además de con una mayor participación del Reino Unido en la configuración y modificación de la normativa.
Aunque el partido radical de Nigel Farage, Reform UK (que ya lidera las encuestas) y los conservadores amenazan con hacer descarrillar el proceso de reconfiguración (reset) de las relaciones bilaterales, acusando a los laboristas de “venderse” a los europeos, hay que felicitarse por esta reapertura del diálogo y la vuelta al pragmatismo. En un mundo geopolítico como el actual, desaprovechar las enormes similitudes entre los intereses del Reino Unido y de la UE sería un gravísimo error. Más que una cuestión de soberanía sería una soberana tontería. Ojalá el gobierno británico mantenga esta actitud y podamos, ya de una vez por todas, arrumbar el Brexit en el cajón de los errores pasados.