Etiqueta: MEDE

Por qué España no debe pedir un préstamo del MEDE

El Eurogrupo del 9 de abril acordó crear una nueva línea de préstamos del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) llamado “Pandemic Crisis Support” (PCS). Varios artículos, como el de Aitor Erce, Antonio García Pascual y Toni Roldán, el de Antonia Díaz y Luis Puch o hilos de twitter como el de Miguel Carrión abogan por que España acuda a un préstamo del MEDE, tanto por el ahorro de intereses como porque, aunque este sea limitado, permitiría ahorrar indirectamente en los intereses del resto de las emisiones. También los hay que consideran irrelevante la existencia o no de condicionalidad del instrumento, que tachan solo de cuestión de estigma político.

En este post nos aproximamos al problema desde el barro de los detalles. Les adelanto que los detalles son tan relevantes que no justifican pedir el préstamo del MEDE.

La reforma del euro sigue pendiente

El sesgo de lo reciente es un sesgo cognitivo que nos lleva a sobreponderar la importancia de eventos recientes en detrimento de los lejanos, y a considerar estos últimos como más improbables. Por eso nos olvidamos de que el nacionalismo llevó a Europa a guerras terribles hace menos de cien años, o que las deficiencias del euro facilitaron una terrible crisis hace casi una década. Comprobamos con melancolía que errar es humano, pero que persistir en el error es más humano todavía. Y también muy peligroso.

El embrión del presupuesto euro y la urgencia italiana

Los documentos acordados en el Eurogrupo y refrendados por el Consejo Europeo en su reunión del 21 de junio sobre la reforma del euro han sido saludados por un coro de lamentos. Aunque ha habido ministros que han hablado de una mini-revolución, la mayoría de economistas que siguen el tema se han lamentado del corto alcance de las medidas acordadas. No hay grandes novedades ni en las líneas básicas del Instrumento Presupuestario para la Convergencia y la Competitividad (BICC) ni en el borrador de acuerdo modificado para el Mecanismo Europeo de Estabilidad. Algunos han llegado a concluir que, para este resultado, mejor no haberse molestado, sobre todo cuando los últimos acontecimientos confirman que la necesidad de una política fiscal del euro es acuciante. No es que disienta de esta interpretación, pero ofrecería otra: a corto plazo, la zona euro se la juega en Italia, no en el presupuesto.

La oportunidad de Meseberg

Todo empezó en el verano de 2008 cuando Hank Paulson pidió al Congreso americano con su voz grave que le dieran un bazooka para estabilizar las agencias hipotecarias. Desde entonces, se fijó la idea de que para acabar con una crisis financiera lo que se necesita es dinero, mucho dinero. Este enfoque, aplicado al área del euro, ha degenerado en un debate estéril sobre qué países pagan y qué países gastan, programas de rescate, supuestas transferencias de renta y otras zarandajas. A pocos días del Consejo Europeo que debe aprobar las medidas para que el euro se haga definitivamente grande, se aprecian indicios esperanzadores. La declaración franco-alemana de Meseberg queda lejos del gran impulso que pedimos muchos, pero abre la puerta a avances no desdeñables en la construcción de instituciones comunes para la unión monetaria.

¿Hacia una reforma «light» de la UEM?

El ánimo reformista parece estar apagándose en Europa. Frente al impulso francés, la nueva coalición en Alemania y los países del norte de Europa están echando jarros de agua fría a las reformas más ambiciosas que buscan establecer mecanismos comunes para contrarrestar las asimetrías entre países. Hay cierto consenso en las carencias de la UEM, pero, cuando entran en juego los asuntos del dinero, las soluciones y los tiempos para aplicarlas varían mucho. Los plazos tampoco ayudan, teniendo en cuenta que las elecciones del parlamento europeo serán en mayo de 2019. Se abren las apuestas: ¿qué reformas impulsará el Consejo Europeo de 28 y 29 de junio?

Políticas de unión para el euro

Las propuestas sobre la Unión Económica y Monetaria (UEM) que la Comisión Europea presentará el 6 de diciembre llegan en el momento de la verdad del debate sobre la unión política. Tradicionalmente, las ideas para avanzar hacia una federación de estados nación (el núcleo duro de Schäuble-Lamers de 1994, el federalismo como método de Delors o la vanguardia abierta del discurso de Joschka Fischer en 2000) fueron recibidas con frialdad en el Elíseo. Sin embargo, como expuso el presidente Macron en su discurso de la Sorbona, Francia está ahora abierta a una mayor integración. El nuevo gobierno alemán tendrá por tanto una oportunidad única (y quizá irrepetible) para desarrollar de manera plena la dimensión política del euro.

Fondo Monetario Europeo: tapando agujeros

En el debate general sobre el futuro de Europa el principal frente de controversia es el que tiene que ver con cómo reforzar la financiación pública. Cuando se entra en los asuntos del dinero, al final se llega a los dos mismos baches: el principio de no rescate sustentado en los tratados de la UE y las reticencias, lideradas por Alemania, a cualquier reforma que afecte a los propios recursos de los países (a sus contribuyentes). En otras palabras: que cada país resuelva sus problemas con sus propios recursos. Reforzar el MEDE, reconvirtiéndolo en un Fondo Monetario Europeo –FME, propuesta original de Gros y Mayer, reimpulsada por la Comisión Europea‒, podría ser una solución intermedia para salvar estos obstáculos, pero debe ponerse especial cuidado en el diseño de su gobernanza y de sus políticas de supervisión y de préstamo para que permita efectivamente resolver el vacío fiscal del actual diseño de la UEM.

El futuro de la UE: mejor Europa y explícitamente a la carta

Este año se celebra el 60 aniversario del Tratado de Roma, constitutivo de la Comunidad Económica Europea (firmado el 25 de marzo de 1957). 2017 se plantea así como un año de reflexión, que debe empezar con una pausa y una mirada atrás de lo mucho alcanzado, para mirar hacia el futuro. Como siempre, la coyuntura política marcará el paso, y los vientos no son muy favorables al más Europa tras el Brexit, la crisis de la inmigración y el giro hacia opciones políticas que vuelven a primar lo nacional –tanto en los partidos en los extremos (en muchos casos, en la derecha del espectro político en los países acreedores, y en la izquierda, en los deudores), como en los tradicionales partidos liberales y socialdemócratas, que han reducido su ambición pro europea–. En 2017 será difícil avanzar dado el calendario electoral: elecciones en Países Bajos (15 marzo), Francia (23 abril y 7 de mayo en 2ª vuelta), Alemania (24 septiembre) y probablemente también en Italia. Pero quiero ser optimista a partir de 2018 (si se supera la fecha clave del 7 de mayo); se puede avanzar si la estrategia de las distintas velocidades se asume explícitamente como el día a día de Europa.