Paul Romer, un Nobel poco convencional

Paul Romer es un economista polémico y poco convencional. Su formación bebe tanto de la Universidad de Chicago como del MIT, pero no se identifica con la orientación liberal no con el nuevo keynesianismo, y su actividad académica se ha desarrollado en instituciones como las escuelas de negocios de Stanford y la Universidad de Nueva York o la Universidad de Rochester, instituciones lejos de la élite universitaria en Economía. Abandonó temprano el campo académico pasando al terreno del sector privado para crear APLIA, una empresa de formación económica on-line. Posteriormente se involucró en proyectos de desarrollo y se incorporó al Banco Mundial como Economista Jefe y Vicepresidente hasta enero de 2018.

La Academia sueca le ha concedido el Nobel por sus trabajos sobre la economía del crecimiento, en los que destaca el conocimiento como principal fuente del crecimiento económico. Con ello consigue completar el modelo desarrollado por Robert Solow en los años 50, quien partiendo de una función de producción que depende de los factores capital y trabajo, incluye un factor exógeno, que se atribuye el desarrollo tecnológico, y al que correspondería la parte del crecimiento no explicable por cambios en los factores de producción. La tecnología aparece como un residuo cuya evolución no depende de los participantes en el mercado. Tendría el carácter de un bien público generado por el gobierno y estaría disponible a todos los operadores económicos.

Romer, sin embargo, coloca el conocimiento en el centro de su modelo y considera que el cambio tecnológico viene impulsado por decisiones de inversión de agentes económicos y, en consecuencia, debería incorporarse como un factor endógeno. Para su planteamiento retoma de la literatura sobre Hacienda Pública, los conceptos de bien rival y bien excluible, conceptos diferentes, aunque a veces puedan solaparse. Un bien rival tiene la propiedad de que su uso por una persona o empresa no permite su uso por otra; se considera no rival en caso contrario. Concepto diferente es el de bien excluible: un bien cuyo uso por otros operadores puede ser limitado por el propietario, bien sea por disposiciones legales o dificultando su utilización. En caso contrario, el bien será no excluible.

Los bienes económicos convencionales son rivales y excluibles. Los bienes públicos, tal como son definidos por Samuelson, son no rivales y no excluibles; el conocimiento entendido con carácter general presenta algunas peculiaridades a este respecto. Para Romer comprende dos elementos: capital humano y tecnología. El capital humano viene determinado por el nivel de formación y experiencia del factor trabajo: sería un bien rival porque ambos aspectos –formación y experiencia– están incorporada al individuo que la posee y no pueden ser utilizadas por otro. La tecnología  –que define como el conjunto de instrucciones para trabajar con los diferentes inputs para producir un output– es un bien no rival, una vez se ha conseguido encontrar un nuevo conjunto de instrucciones, podrán ser utilizadas sin incurrir en coste adicional; y es parcialmente excluible, bien mediante normas legales o información reservada.

Plantea un modelo con tres sectores: un sector de investigación, que produce nuevo conocimiento, un sector de producción de bienes intermedios que utiliza el conocimiento generado por la investigación para producir bienes intermedios, y un sector que produce el output final. Es interesante como consigue dar una formulación matemática al modelo para demostrar cómo la introducción de un bien no rival introduce irregularidades en la función de producción (non convexities) que lo hacen incompatible con un entorno de libre competencia. En su lugar, el modelo conduce a un equilibrio de competencia monopolística.

El modelo sitúa al conocimiento, es decir, capital humano y tecnología, como factores claves del crecimiento. Una economía con un más alto nivel de capital humano tendrá mayor tasa de crecimiento y la no exclusividad total de la tecnología repercutirá en una asignación insuficiente de recursos en este campo. La aportación de Romer supone un cambio en la orientación de las políticas de desarrollo que en lugar de dirigirse a un aumento del capital físico deben dar prioridad a fomentar el capital humano y al apoyo de la investigación.

Aunque su trabajo había tenido considerable influencia, Romer abandonó su trayectoria académica para iniciar una empresa de formación on-line para estudiantes de economía –APLIA– que alcanzó una considerable actividad. Retomando su interés por el desarrollo económico ha promovido activamente su idea de las ciudades estatutarias (chárter cities), tomando como referencia las Zonas Económicas Especiales de China o Hong-Kong. Se trataría de ciudades de nueva implantación con autonomía, normas emanadas de sus propios habitantes, y cuyo funcionamiento estaría bajo tutela de un país desarrollado.   Menciona como ejemplo que EE.UU decida abandonar la base de Guantánamo y Raúl Castro proponga al gobierno de Canadá crear bajo su tutela una ciudad estatutaria que podría convertirse en un futuro Hong-Kong. Esta propuesta ha recibido numerosas críticas. Romer consiguió poner en marcha iniciativas en Madagascar y Honduras que no llegaron a prosperar.

Su talante polémico reapareció en una crítica –desmesurada y personificada– sobre la tendencia al abuso de los modelos matemáticos en macroeconomía (The Trouble with Macroeconomics). Considera que solo sirven de cortina de humo para sustentar posiciones preestablecidas ignorando hechos empíricamente contrastados. Este tipo de modelos propiciados por personas de reconocido prestigio con notables aportaciones anteriores, conducen a la irrelevancia de la investigación económica alejándola de la realidad. Aunque esta crítica tiene un fondo de realidad, queda debilitada por su forma.

Nombrado Economista Jefe y Vicepresidente del Banco Mundial, como veíamos, su paso por la entidad fue accidentado. Su fuerte enfrentamiento con los investigadores del Banco culminó en unas declaraciones públicas de Romer denunciando la manipulación de los datos publicados  con objeto de mejorar la imagen de algún país. Este incidente provocó su salida de la institución en enero de 2018.

En resumen: las vicisitudes de su trayectoria no académica en modo alguno pueden desmerecer una contribución académica ampliamente reconocida y merecedora de un premio Nobel.

 

1 comentario a “Paul Romer, un Nobel poco convencional

  1. Jesus Felipe
    19/12/2018 de 02:20

    Mi comentario se ciñe a al parrafo donde Manuel se refiere al talante polémico de Paul Romer:

    También en 2015, Romer publicó «Mathiness in the Theory of Economic Growth», donde también ataca a Prescott. Destaca en este artículo la referencia que hace de Robert Solow por hacer ciencia y las palabras poco amables que tiene para Joan Robinson, quien, según él, hacía «academic politics.»

    No voy a hacer aquí un analisis de los debates del capital de los anos 50-70, desafortunadamente olvidados (desconocidos) hoy. Si la Economía fuera ciencia, Robert Solow y Paul Romer habrían sido olvidados y ciertamente no habrían recibido el Premio Nobel.

    Los debates sobre el capital y el consiguiente problema de la agregación (Frank Fisher y otros muchos) probaron sin duda alguna que conceptos como el de «función de producción agregada» o «capital agregado» (incluso «trabajo agregado: -véase Fisher), no tienen sentido simplemente porque las condiciones para derivarlos (agregarlos) no se cumplen en la realidad. La ironía de la historia es que el mismo Paul Samuelson claudicó en 1966 (vease su articulo en QJE): sí, Joan Robison tenía razón.

    Además, rápidamente se comenzó a sospechar de los trabajos empíricos estimando funciones agregadas de producción. En algunos casos, daban unos resultados increíblemente maravillosos, aun cuando se sabía que tales resultados no tenían sentido por lo explicado en el párrafo anterior. ¿Qué se estimaba entonces? La respuesta aquí fue tremendamente devastadora para la «ciencia» neoclásica del crecimiento: el mismo año en el que Robert Solow publicó su ejercicio de contabilidad del crecimiento para la economía americana, 1957, Phelps Brown publicó un devastador artículo donde demostraba que todo lo que Y=A F(K,L) hacía era reproducir la identidad contable (consistente con los datos) Y= wL+rK.
    Este ataque fue elaborado después por el también Premio Nobel Herbert Simon (véase por ejemplo 1979 Scandinavian JE), quien lo considero tan importante que le dedicó una sección en su discurso del Nobel (1979, AER). También Paul Samuelson utilizó la misma critica en su artículo de 1979 en JPE, en honor a su maestro Paul Douglas, padre de la Cobb-Douglas. Un gran jarro de agua fría. Todo esto ha sido más que elaborado después, incluyendo los modelos de crecimiento endógeno à la Romer. No explican nada porque simplemente reproducen la identidad contable. Mi libro «The Aggregate Production Function Function and the Measurement of Technical Change: ‘Not Even Wrong'» detalla todo esto.
    No me extiendo más. En resumidas cuentas: la teoría neoclásica del crecimiento utiliza conceptos que la ciencia no aprueba. Con esto, los modelos de Romer (conocimiento, ideas, etc.) no son más que historias sin contraste empírico, esto último fundamental para hacer ciencia. En efecto, empíricamente, detrás de los modelos a la Y=A F(K,L) (o cualquier variante) no hay sino una identidad contable que produce la ilusión de explicar. ¿Nobel por esto? No, gracias.

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