Tierras raras en tiempos extraños

Foto: keesstes

Escandio, itrio, lantano, cerio, praseodimio, neodimio, prometio, samario, europio, gadolinio, terbio, disprosio, holmio, erbio, tulio, iterbio y lutecio. Esta no es una lista de reyes godos, sino de tierras raras. Y esta sí que merecería la pena aprendérsela de memoria, porque es mucho más importante de lo que parece.

Las mal llamadas tierras raras (no son realmente tierras, ni todas son tan raras) son un conjunto de 17 elementos químicos de uso industrial.  Los dos primeros, el escandio y el itrio, no pertenecen exactamente al mismo grupo (el de los lantánidos), pero se encuentran mezclados en los mismos yacimientos y poseen propiedades químicas muy similares. Tampoco son todos naturales: el prometio se forma en el interior de los reactores nucleares (todos sus isótopos son radiactivos). Del lantano al samario se denominan ligeros, y el resto –del europio al lutecio– pesados, por su mayor peso atómico. Estos últimos son los menos abundantes, si bien el adjetivo de “raras” se debe sobre todo a que no se suelen encontrar en forma pura.

Pues bien, aunque nunca hayan oído hablar de ellos, lo cierto es que se trata de materiales estratégicos, imprescindibles para la producción industrial de muchos bienes tecnológicos de usp diario. Se calcula que cada habitante del planeta consume anualmente en torno a 17 gramos de estos materiales.

Con el itrio, por ejemplo, se producen bombillas de bajo consumo y tratamientos contra el cáncer; el lantano (del griego lanthaneîn, “escondido”) se usa para electrodos de batería; el neodimio, en motores de automóviles eléctricos, láseres de alta potencia (como con los que se intenta hacer fusión fría) o auriculares (sustituyendo a los antiguos imanes de ferrita); el terbio, en discos duros de estado sólido (SSD, los que llevan los ordenadores modernos o los teléfonos móviles); el prometio (de Prometeo, el dios que llevó el fuego a los mortales),  para pintura luminosa; el gadolinio es el mejor contraste para resonancias magnéticas en medicina; el holmio, el erbio y el iterbio se necesitan para producir láseres; el lutecio (de Lutecia, el nombre romano de París), para tomografía por emisión de positrones (PET, clave para el diagnóstico de cánceres). También son importantes en la defensa (un caza F-35 contiene 400 kilos de tierras raras y un submarino nuclear, 4 toneladas) o en las tecnologías limpias (donde el disprosio, el itrio y el terbio se consideran críticos).

El Servicio Geológico de Estados Unidos estima que las reservas mundiales de tierras raras son de aproximadamente 120 millones de toneladas. El problema está en el reparto: la mayor pare está en China, que extrajo en 2020 más de 140.000 toneladas de óxidos de tierras raras (REO por sus siglas en inglés). EEUU, segundo mayor productor mundial, extrajo unas 38.000 toneladas. En un mundo como el actual, ese monopolio es una garantía de problemas.

El septiembre de 2020 la Comisión Europea presentó un Plan de acción sobre materias primas fundamentales, en una Comunicación titulada “Resiliencia de las materias primas fundamentales: trazando el camino hacia un mayor grado de seguridad y sostenibilidad”, con un panorama bastante poco halagüeño. Incluye una lista de materiales estratégicos para la UE en los que existe una fuerte dependencia, que se elabora periódicamente. En 2011 dicha lista incluía 14 materiales, en 2014 20, en 2017 27 y la última identifica nada menos que 30 materiales de los que la UE es demasiado dependiente, en especial de cara a la transición energética. Por ejemplo, para poder fabricar las baterías de los coches eléctricos que queremos producir necesitaremos hasta 18 veces más litio en 2030, y hasta 60 veces más en 2050.

 

El problema de muchos de estos materiales no está sólo en cuánto, sino en quién los produce: a menudo países inestables o socios no demasiado fiables. El 68% del cobalto europeo, por ejemplo –imprescindible para baterías–, se trae del Congo, que genera 6 de cada 10 toneladas mundiales. China es el primer suministrador europeo –a menudo con más del 80% de cuota– en materiales como antimonio, barita, bismuto, carbón de coque, espato flúor, galio, germanio, indio, magnesio, grafito, fósforo, escandio, silicio metálico, titanio, wolframio y vanadio.

Aparte del galio (para semiconductores), el magnesio y otros, la Comisión considera la dependencia de tierras raras (ligeras y pesadas) como especialmente preocupante. La UE compra el 99% de sus tierras pesadas a China y el 1% restante al Reino Unido. China, además, hace serios esfuerzos por mantener su monopolio: así, su relativamente buena relación con el gobierno talibán de Afganistán se debe a acuerdos de explotación de yacimientos de tierras raras.

España, por su parte, no hace demasiado por contribuir a la reducción de la escasez europea de materiales estratégicos, pero podría. Aparte de producir un 30% del estroncio mundial (usado en imanes, aleaciones y material médico) y ser su único suministrador europeo, nuestro país es un gran productor potencial de tierras raras. Una investigación de la UE en 2017 sobre la presencia de tierras raras en Europa identificó al menos cuatro áreas en España: en Campo de Montiel (Ciudad Real, donde hay monacita con neodimio, lantano y cerio), en la sierra de Galiñeiro (Pontevedra), en la Rambla de las Granatillas (Almería) y en el complejo basal de Fuerteventura (Las Palmas). Además, se cree que hay proporciones significativas de lantano y cerio en Domo del Tormes (entre Salamanca y Zamora) y tres depósitos submarinos (estudiados por el Instituto Geológico Minero de España) en el golfo de Cádiz, el banco de Galicia y el monte submarino Trópico en Canarias. Sin embargo, hasta el momento todos los permisos de explotación se han denegado.

La política industrial es una de las asignaturas pendientes de España, y uno sus principios básicos es que disponer de materias primas tiene una clara ventaja para el aprovechamiento de la cadena de valor vinculada a las mismas. Según el Colegio de Geólogos de España, España podría convertirse en una potencia mundial en tierras raras, con un 25% de la producción mundial. Es cierto que la minería de muchos de estas tierras es complicada y requiere muchos controles medioambientales (por supuesto), pero no parece muy razonable seguir hablando de PERTEs industriales y de transformación tecnológica de España y renunciar a recursos que podrían convertirnos en una auténtica potencia industrial europea (los recursos humanos, además, ya los tenemos: los ingenieros de minas españoles no tienen nada que envidiar a los europeos).

Vivimos tiempos extraños, en constante cambio y con una gran incertidumbre. En un momento en el que se habla tanto de política industrial y de autonomía estratégica, quizás sería bueno que España empezara a plantearse cómo convertirse en un país no sólo dependiente de los demás, sino también del que muchos otros dependan. Aunque sea de tierras raras en un lugar de la Mancha o en el fondo del mar.

 


Este artículo fue publicado originalmente en vozpopuli.com (ver artículo original)