
La Unión Monetaria Europea no ha satisfecho hasta el momento la expectativa de prosperidad con la que se creó. Los últimos años han ampliado la brecha entre un grupo de países que parecen estar muy cerca del objetivo del empleo digno y otro grupo donde el paro, la precariedad y los recortes han hecho estragos. Es fácil caer en la tentación de explicar esta divergencia en clave solo de la calidad de las políticas y de las instituciones nacionales. Pero desde que pusimos en común la moneda, los países del euro formamos un área macroeconómica, de manera que solo desde el conjunto se puede atisbar el camino hacia el Empleo Digno Universal. Que pasa por corregir el pecado original de la política macroeconómica del euro, invertir más y mejor en políticas activas de empleo y profundizar el modelo de flexibilidad negociada pero reforzando la posición y la capacidad de decisión de los trabajadores.


