Como los caramelos (Peta Zetas), el acuerdo comercial entre la Unión Europea y Canadá firmado en octubre de 2016, conocido por su acrónimo en inglés, el CETA (Comprehensive Economic and Trade Agreement o Acuerdo Económico y Comercial Global), tiene un sabor final dulce, pero está siendo explosivo en su degustación, hasta el punto de que puede acabar “petando” en su proceso de ratificación en los parlamentos nacionales en Europa. Los términos del acuerdo son muy razonables y beneficiosos, y es difícil pensar en un socio mejor que Canadá para garantizar unas relaciones económicas que mantengan altos estándares de protección social, medioambiental o al consumidor (mejores que en muchos países europeos). A pesar de ello, el acuerdo está siendo ampliamente cuestionado, más que por sus propios contenidos, por un creciente sentimiento de rechazo a la apertura comercial que no conviene menospreciar.