La crisis del COVID-19 ha generado una profunda recesión en la economía global, no vista desde la Gran Depresión, que el FMI ha etiquetado como “El Gran Confinamiento”. A lo largo del último mes, el Fondo ha estado perfilando su respuesta a la crisis que ayer quedó ratificada en las Reuniones de Primavera celebradas en formato virtual. La respuesta para la actual fase de contención se centra en tres ejes: ampliación de los préstamos de emergencia, un nuevo préstamo de liquidez y el alivio de la deuda para los países más pobres. El próximo paso será apoyar a los países en la fase de recuperación, lo que pasará por nuevos programas convencionales que sucedan a los de emergencia y por la necesidad de reevaluar el marco macroeconómico tras la crisis.
El escenario macroeconómico. Las cifras de la recesión global están sujetas a una gran incertidumbre. Las previsiones dependen de múltiples supuestos muy inciertos sobre la duración del confinamiento y la epidemiología del virus, incluidos posibles repuntes, la efectividad y duración de las medidas económicas de contención o la evolución de los shocks adicionales en los mercados financieros, el comercio internacional y las materias primas. En el escenario base, que supone que el pico de la pandemia y de las medidas de confinamiento se alcanzan en el segundo trimestre del año, el Fondo prevé una caída del PIB mundial del -3 por ciento en 2020 (-6,1 en los países avanzados y -1,0 en los emergentes) y una rápida recuperación en 2021, con un crecimiento del 5,8 por ciento (4,5 en avanzados y 6,6 en emergentes), si bien con una senda de crecimiento que se situará por debajo de la anterior a la crisis. El propio Fondo señala la posibilidad de escenarios más adversos con caídas del PIB entre tres y ocho puntos porcentuales adicionales si el virus rebrota en 2020 y 2021 (también existe la posibilidad de escenarios más benignos si se consigue una vacuna y una rápida inmunización de la población).
Bajo cualquier supuesto, el escenario es calamitoso. Sorprende la velocidad vertiginosa y la aguda caída de la economía mundial por una paralización de la actividad entre cuatro y ocho semanas (de momento y dependiendo del sector), lo que nos recuerda las muy profundas interconexiones comerciales y financieras de la economía globalizada y el escaso margen de liquidez en el que operan muchas empresas, que viven de la actividad del día a día. Por eso resultan fundamentales las políticas contundentes de apoyo a los sistemas sanitarios –el Fondo la rechaza disyuntiva entre las crisis sanitaria y económica, la segunda no puede resolverse hasta que no se resuelva la primera– y de sostenimiento de las rentas de los ciudadanos y de la liquidez de las empresas, para que puedan retomar la actividad una vez que haya pasado la fase aguda de la pandemia y del confinamiento.
El FMI ha recopilado las múltiples medidas de expansión fiscal y monetaria adoptadas por los distintos países y promueve su coordinación internacional, contundencia y continuidad durante la siguiente fase de recuperación y vuelta a la nueva normalidad. Para evitar que los problemas de liquidez se conviertan en problemas de solvencia, los planes para la recuperación deben incluir políticas de sostenimiento de la demanda, incentivos a la contratación laboral y la continuidad en el apoyo de liquidez a las empresas, pero también apoyo para el saneamiento de sus balances.
La ampliación de los préstamos del FMI y el alivio de la deuda. En la práctica, para muchos países con dificultades de acceso a los mercados financieros, el Fondo constituye su prestamista de última instancia. La crisis se ha cebado con los mercados emergentes que han experimentado salidas de capital sin precedentes, más intensas que durante la Crisis Financiera Global (CFG). El FMI ha reaccionado ampliando el acceso de las facilidades de emergencia, el RFI (Rapid Financing Instrument) en la ventanilla ordinaria y la RCF (Rapid Credit Facility) en la concesional –ambas aumentan el acceso temporalmente desde el 100 al 150 por ciento de la cuota del país en el FMI–. Estas facilidades tienen la ventaja de un desembolso rápido sin condicionalidad ex post. Cerca de un centenar de países podrían recurrir a estas prestamos de emergencia en los próximos meses por un total de préstamos de en torno a los 100.000 millones de dólares.
Para los países en desarrollo, además de la ampliación de la RCF, se ha condonado a 25 países los pagos al FMI durante los próximos seis meses. El objetivo es ampliar la condonación hasta dos años para lo que se ha lanzado una campaña para dotar de más recursos al fondo que financia estas condonaciones, el CCRT, que en 2015 se reformó también para contribuir a paliar la crisis del ébola. De momento, se ha quedado en el tintero una nueva emisión de DEG, como ya ocurriera en 2009, cuando se emitieron por valor de US$ 250,000 millones de dólares. Las emisiones de DEG constituyen una suerte de creación monetaria por parte del FMI y suponen una inyección directa de liquidez a los países miembros. No es descartable que se retome esta iniciativa si perdura la crisis.
Anteayer, el Fondo aprobó también una nueva línea de liquidez a corto plazo, la SLL (Short-Term Liquidity Line), con un acceso de hasta un 145 por ciento de la cuota del país y duración de un año. Este tipo de facilidad ya tuvo un precedente en 2008, cuando se creó la SLF como respuesta a la CFG. Viene a ser un complemento de los swaps de divisas que se establecen entre los bancos centrales, aportando liquidez en monedas vehiculares a países emergentes con fundamentos sólidos.
Todas estas medidas permiten una pronta respuesta del FMI en la actual fase de contención de la crisis. Durante la siguiente fase de recuperación, muy probablemente, gran parte de los programas de emergencia que se aprueban ahora se traducirán en programas convencionales. Anticipando este escenario, el Fondo ya ha iniciado una campaña para aumentar en un setenta por ciento, hasta 28.500 millones de dólares, los actuales recursos disponibles para préstamo del PRGT, el fondo para la financiación de programas concesionales. Para los programas de la ventanilla ordinaria, el FMI cuenta con una capacidad de préstamo de un billón de dólares.
En la mayoría de los países, el diseño de los programas de recuperación deberá tener en cuenta un nuevo contexto de política macroeconómica marcado por elevados niveles de déficit y de deuda pública y por la aplicación de extensas medidas no convencionales de política monetaria. De la misma manera que el Fondo revisó su marco macroeconómico tras la CFG, cabe esperar que este marco se flexibilice de nuevo para adaptarlo a la nueva realidad tras el Gran Confinamiento.