El próximo martes 3 de noviembre se celebran las elecciones en EEUU. Están en juego la presidencia y la mayoría en el Senado –en la Cámara de Representantes parece clara la mayoría demócrata–. Las diferencias en política económica entre demócratas y republicanos son sustantivas, incluidas en tres áreas que tendrán un gran impacto a escala global, con los demócratas más favorables a: la lucha contra el cambio climático, la defensa de una mayor fiscalidad a las empresas (y más progresiva) y un mayor impulso del multilateralismo –además de la defensa de avanzar hacia una esquema de sanidad más público, con impacto, sobre todo, doméstico–. Estamos ya en la cuenta atrás de un proceso electoral que ha durado más de un año desde los primeros debates en las elecciones primarias del partido demócrata, de junio del año pasado.
Las elecciones a la Presidencia. Las encuestas nacionales dan una ventaja clara a Biden de en torno a nueve puntos porcentuales. Sin embargo, como veíamos, dado el esquema de circunscripciones estatal, el resultado depende de una serie de Estados clave en disputa, donde las diferencias se sitúan muy por debajo de esos nueve puntos y, en algunos casos, por debajo del margen de error de las encuestas. En concreto, los estados con las encuestas más ajustadas, por debajo del 2.5% son Arizona, Carolina del Norte y Florida (con ventaja de Biden), y Georgia, Iowa, Ohio y Texas (con ventaja para Trump). Trump tendría que ganar en todos estos Estados y, además, en alguno o varios de los Estados en los que está a más de cinco puntos de diferencia en las encuestas (Pensilvania o Nevada y Wisconsin).
Teniendo en cuenta que la ventaja de Biden es más sólida que la que tenía Clinton en octubre de 2016 y suponiendo que las encuestas se equivocarán menos esta vez (mucho suponer), en la recta final hacia las elecciones, las opciones de los republicanos parecen apuntar a la capacidad que tengan de movilizar la participación el 3 de noviembre. En términos agregados no está claro a quién beneficia la mayor participación, pero las encuestas sí apuntan a una clara ventaja para los demócratas en la votación temprana (67% frente a 31%) y también a una ventaja para los republicanos en el último día de votación (cercana a 20 puntos porcentuales). Por tanto, los republicanos todavía podrían contar con una “ola roja” de movilización de electores el 3 de noviembre (en EEUU, el rojo es el color republicano y el azul, el demócrata).
En este sentido, los republicanos están consiguiendo aumentar el registro de votantes en estados clave como Carolina del Norte, Florida o Pensilvania. Habrá que estar también pendientes a sorpresas electorales de última hora. Como veíamos, en virtud del sesgo de disponibilidad y dado el contexto de elevada polarización y multiplicidad de dimensiones que afectan al voto, eventos muy concretos a lo largo de las últimas semanas antes de las elecciones podían inclinar el voto o la decisión de movilizarse. Ahora bien, el margen de tiempo para nuevas sorpresas es ya escaso y los últimos eventos de entidad no parecen haber influido en las encuestas, que mantienen estable la ventaja de Biden –en concreto, el último debate presidencial del pasado jueves 22 y la información impulsada desde el 14 de octubre por varios medios de comunicación conservadores, sobre un supuesta corrupción del hijo de Biden, que ha sido cuestionada por un amplio grupo de expertos como una campaña de desinformación rusa.
Por otro lado, si se confirma la ventaja de los demócratas en el voto anticipado, los republicanos tendrían que esperar una gran remontada de participación el próximo martes. A una semana de las elecciones, más de 60 millones de americanos ya han votado, bien por correo, bien por el sistema de voto anticipado –la apertura temprana de las votaciones dependen del Estado, en algunos casos se inicia hasta 45 días antes del día de las elecciones–. Se estima que el voto por correo estará por encima del 50 % del total, superando con claridad los registros de 2016 (58,3 millones de votantes, un 42% del voto total). Las cifras apuntan a un récord histórico de participación, que podría superar el 65% –desde hace un siglo, tan solo en 9 de 25 elecciones se ha superado el 60%, con un máximo del 63,8% en 1960, cifras muy bajas comparados con los estándares en España, donde siempre hemos superado el 66% desde la Transición (llegando casi al 80% en 1982).
La elevada movilización del voto anticipado puede retrasar el recuento electoral dadas las distintas normas de recuento de votos en función del Estado, distinguiendo entre los que permiten el recuento antes del día 3 (como Arizona o Georgia) y los que no (como Pensilvania o Wisconsin). Este año los expertos vuelven a mirar a Florida, pero esta vez, en términos positivos. El sistema en Florida permite anticipar el recuento de los votos anticipados y además establece la norma de que los votos recibidos por correo deben llegar antes del cierre de las urnas el día 3. Por tanto, Florida podría tener un avance de resultados pronto la misma noche del martes (si bien se plantea el riesgo del posible volumen de votos por correo denegados por defectos de forma, que podrían subsanarse hasta el día 5). Si Biden ganara Florida, la presidencia estaría decidida porque se trata de un Estado que Trump necesitaría para poder ganar las elecciones.
¿Alcanzarán los demócratas la mayoría en el Senado? Las encuestas pronostican una victoria clara de los demócratas en la Cámara de Representantes y un escenario más disputado en el Senado. Actualmente, los republicanos tienen una mayoría de 53 senadores, frente a 47 de los demócratas. Los demócratas necesitarían recuperar cuatro senadores para alcanzar la mayoría en el Senado –seria también suficiente con tres senadores y ganar a la vez las elecciones presidenciales, porque en caso de empate en el Senado, decidiría el voto de la vicepresidenta Harris–. El 3 de noviembre se celebran elecciones para 35 senadores, de los cuales, 23 están actualmente ocupados por republicanos y 12 por demócratas, por tanto, los demócratas necesitarían ganar 16.
La disputa se concreta sobre todo en cinco Estados, actualmente ocupados por republicanos, donde la contienda es más ajustada: Arizona, Carolina del Norte, Colorado, Maine y Iowa –con encuestas menos ajustadas, los republicanos también podrían perder Georgia, Carolina del Sur y Montana y, los demócratas, Michigan–. Los demócratas necesitarían los cinco Estados para controlar el Senado porque se espera que pierdan el senador que actualmente ocupan por Alabama. Las encuestas son favorables a los candidatos demócratas en los cinco estados y también a Biden, salvo en Iowa –en Arizona y Carolina del Norte, la desventaja de Trump es menor que la de los candidatos republicanos a senador y, en Maine y Colorado, es mayor, lo que explica las distintas estrategias de mayor o menor distanciamiento de Trump de los candidatos republicanos (por ejemplo, la senadora Susan Collins, de Maine, ha sido la única republicana en no votar a favor de la juez Amy Coney Barrett al supremo en un intento de distanciarse de Trump).
Va a ser una última semana electoral interesante. Esperemos que el proceso quede ya resuelto la semana que viene y que no se vea atrasada por el riesgo de un pantanoso proceso de impugnaciones.