Paul Samuelson, uno de los economistas más influyentes de la segunda mitad del siglo XX, dijo de él que era economista de economistas y académico de académicos. Además, retó a cualquier economista informado a permanecer complaciente después de meditar sobre su ensayo Economía Analítica (1966). Muchos años antes de la economía del donut, Nicholas Georgescu-Roegen (G-R) llamó la atención sobre las bases biológicas del proceso económico y la necesidad de tomar en cuenta el uso cada vez más intensivo de recursos naturales finitos y el efecto de los residuos generados durante la producción. Su obra es una mina de ideas para los economistas; sin embargo, sigue siendo una figura marginal, sobre la que difícilmente oirá hablar un estudiante de la disciplina durante sus años de carrera.
Nicolae Georgescu (lo de Roegen era un seudónimo) nació en una pequeña ciudad de Rumanía en la primera década del siglo XX y, según sus propias palabras, fue siempre un cosmopolita, porque allí convivían sin tensiones raciales griegos, alemanes, judíos, armenios y turcos. Su familia era humilde, pero sus extraordinarias facultades para el estudio, sobre todo en matemáticas aplicadas, le facilitaron el acceso a distintas becas, con las que pudo completar una larga y brillante instrucción. Se licenció en matemáticas en Rumanía y a finales de los años veinte ganó otra beca para hacer el doctorado en el Institut de Statistique de París.
Allí tuvo una primera aproximación, indirecta, a la economía y su tesis versó sobre la obtención del componente cíclico de un fenómeno. Saltó después al University College para trabajar con Karl Pearson, uno de los fundadores de la estadística moderna, que influyó mucho en su visión del quehacer científico y el uso adecuado del análisis estadístico. En aquellos años forjó una convicción sobre la importancia de hacer un uso de las herramientas formales prudente y orientado a la comprensión de la realidad.
A principios de los años treinta, G-R consiguió una beca de la fundación Rockefeller para hacer estudios de posdoctorado en Harvard. Allí se sumergió definitivamente en la economía, no solo por su actividad de investigación, sino por el contacto directo con Schumpeter, que dirigía los estudios del ciclo económico, y otros lumbreras de la profesión como Leontief, Machlup, Lange y Sweezy. Escribió varios artículos sobre la teoría del consumo y en 1936 cometió lo que él mismo describió como el gran error de su vida: decir no a la proposición de Shumpeter para escribir una obra de análisis económico juntos. Dada la situación que atravesaba su país, G-R decidió que tenía que regresar, quizá para devolver parte de lo que Rumanía le había dado invirtiendo en su educación.
Pasó así una década peligrosa de implicación política y administrativa, trabajando en política comercial y en temas agrarios. Finalmente, en 1948, después de unas elecciones manipuladas por los soviéticos, escapó en un barco hacia Turquía con su mujer, escondiéndose en unos barriles. Volvió a Harvard, pero al poco tiempo recaló en la Universidad de Vanderbilt, en Nashville (Tennessee), que no figuraba entre los centros de vanguardia en la investigación económica, pero donde pasó el resto de su vida académica.
Su obra fundamental se publicó en 1971, con el imponente título de La Ley de la Entropía y el proceso económico. Desde la introducción, G-R enuncia su propósito de llevar a cabo un análisis del sistema económico alternativo al de la visión mecánica de la economía neoclásica, marcada por el movimiento reversible y ahistórico característico del equilibrio. La idea básica es que el proceso económico está sujeto a un cambio cualitativo continuo e irreversible y debe por tanto abordarse con una perspectiva evolutiva. Para ilustrar su naturaleza recurrió a la segunda ley de la termodinámica, que establece que la entropía de un sistema, entendida como la proporción de energía disponible para generar trabajo mecánico respecto a la energía limitada (que ya no puede utilizarse), tiende a crecer. La cantidad de materia y energía no cambia, pero el proceso económico también está marcado por una degradación cualitativa que convierte el orden en desorden.
De las implicaciones de esta concepción que se desarrollan en el libro destacaremos dos, una ecológica y otra metodológica.
El aumento exponencial de la producción desde la segunda mitad del siglo XVIII no ha sido gratuito en términos de degradación entrópica. El cambio climático es un ejemplo perfecto de la necesidad de tomar en cuenta la interacción del proceso económico con la naturaleza. Los residuos de la producción, en forma de gases de efecto invernadero, han generado una respuesta en el medio que amenaza la viabilidad futura del bienestar alcanzado. Desde esta perspectiva bioeconómica, se puede racionalizar la necesidad de una transformación en el proceso de producción para revertir una parte de los efectos del proceso entrópico. Lo cual implicará entre otras cosas tratar de retrasar el peso creciente de la energía limitada utilizando fuentes de energía renovables que tardarán mucho más en extinguirse.
En las apenas cuarenta páginas del capítulo XI de la obra, G-R delinea una aproximación pluralista a la metodología que requiere un estudio del proceso económico tal y como se describe a lo largo del libro. Con un manejo sobresaliente de la filosofía de la ciencia, la física y la biología, cuestiona la aproximación basada en la objetividad, que se sustancia en asertos tales como: las matemáticas son el lenguaje; la ciencia es medición o fuera de los modelos no hay economía.
Las representaciones numéricas (aritmomórficas, las llama) de la realidad económica son imprescindibles y el avance en la medición y construcción de modelos matemáticos y econométricos es esencial para el progreso del conocimiento económico. Pero no son la única forma de acceder al conocimiento sobre el proceso económico. Su función es ordenar las ideas, hacerlas coherentes, verificar que no existen errores lógicos y hacer más eficiente la indagación.
En economía, como en otras muchas ciencias, son también esenciales los razonamientos dialécticos (herencia de Hegel). No están basados en números y dejan por tanto zonas de penumbra, pero permiten interpretar y dar sentido a los aspectos cualitativos de la realidad, complementando las representaciones numéricas. Las expectativas, los deseos y otras propensiones humanas no son medibles y la forma de integrarlas en un modelo nunca será exacta. Las modificaciones en las decisiones humanas y sus interacciones son una fuente de cambio endógeno en el proceso económico que dificulta aprehender la evolución futura a través de modelos del comportamiento pasado.
G-R murió en 1994 sin que la profesión económica prestara atención a sus contribuciones. Una posibilidad es que, por dogmatismo, por el modesto prestigio de su universidad o por la dificultad de comprensión de sus libros, se le hubiera dado la espalda. Hay quien señala, sin embargo, que él tuvo parte de responsabilidad, por su torpeza al transmitir al público sus ideas y su carácter huraño.
En cualquier caso, fue uno de los mejores exponentes de la solidez intelectual y la pertinencia de la crítica heterodoxa a la economía convencional y también de los mimbres con los que se podría armar una mirada alternativa. No es un problema de ignorancia, ni de poca pericia con las matemáticas o la estadística. Se puede estar en desacuerdo, pero las cuestiones que plantea son de fondo y no se pueden despreciar.
Si he visto más lejos es porque estoy sentado sobre los hombros de gigantes, le escribió Isaac Newton a un colega en 1676. En estos tiempos donde abundan las escaramuzas metodológicas sobre los males de la economía, sería muy útil recurrir a lo que otras mentes lúcidas ya pensaron. Sin duda, Nicholas Georgescu-Roegen, aun desconocido y cascarrabias, es uno de esos gigantes a cuyos hombros los economistas harían bien en subirse.
Estupendo Gonzalo, como la de Myrdal. Me ha encantado, de verdad. Un par de sugerencias: Kalecki, Joan Robinson
Gracias, Jesús. El tipo era fascinante y el libro de 1971 es como una mina profunda y bien surtida: hay que picar mucho (la lectura es a veces difícil) pero después encuentra uno multitud de ideas lúcidas y profundas. A Kalecki le tengo ganas, pero confieso que lo conozco muy poco. Si tienes sugerencias de qué libro merece más la pena, te las agradeceré.