A pesar de la complejidad y de las múltiples aristas que esconde el proceso de negociación del Brexit, han sido varios los analistas que se han preguntado si la Teoría de Juegos es capaz de proporcionar un marco analítico interesante para caracterizarlo y llegar, en su caso, a predicciones con las que enriquecer el debate (ver análisis en este sentido: aquí, aquí, aquí o aquí).
Para sentar las bases del juego debe empezarse por establecer sus elementos básicos: los jugadores, las estrategias disponibles a cada uno de ellos y los pagos o consecuencias que resultarían de cada par de estrategias. El paso final es resolver el juego, que dependerá de cómo esté configurada la acción, del nivel de información disponible y de la naturaleza de las tensiones estratégicas entre los jugadores.
Si nos centramos en los principales objetivos que persiguen ambas partes podemos simplificar el escenario del juego, al menos de la partida principal: aquella que va a definir el futuro marco de relaciones entre las dos partes. Según las reiteradas manifestaciones de Teresa May, el Reino Unido aspira a mantener una estrecha relación con la UE, pero sin tener que aceptar la libre circulación de personas ni el control del Tribunal de Justicia. Sería tanto como lograr un marco de relaciones “a la carta”, manteniendo la libre circulación de bienes y servicios, especialmente los financieros, pero retomando el control sobre sus fronteras.
Por su lado, el objetivo de la UE, como acaba de poner de manifiesto en sus últimas declaraciones la canciller alemana, y vienen también repitiendo buena parte de los líderes del resto de Estados miembros, es mantener la unidad y dejar claro que aquellos que se atrevan a abandonar el club, paguen un precio lo suficientemente disuasorio. La rapidez y unanimidad con la que el Parlamento ha aprobado las directrices de negociación remitidas hace escasamente un mes desde la cumbre de La Valletta, puede considerarse como un paso importante para los intereses comunitarios. De este modo, la UE actúa bajo una sola voz y la negociación no se plantea como un mercadeo en el que el Reino Unido debería encontrar aquella coalición de Estados miembros con una mayoría suficiente a la que comprar al menor coste posible, como ha planteado algún analista. Esto permite dibujar el juego con solo dos jugadores.
Este planteamiento simplificado de las pretensiones de ambas partes permite identificar el conjunto de posibles resultados al que llevaría la combinación entre las dos alternativas de cada una de ellas. Así, la Unión Europea podrá decidir entre ofrecer un conjunto de relaciones comerciales preferenciales y de amplio alcance o, en el otro extremo, dejar al Reino Unido sin acuerdo alguno, en lo que se viene denominando como “hard” Brexit. El Reino Unido, por su parte, tiene en su mano tomar la decisión acerca de si acepta finalmente, o no, la libre circulación de personas, como parte indisociable del Mercado Único como vienen recordando los líderes de la UE. Libre circulación que ha sido uno de los fantasmas que más han criticado los partidarios de la salida.
De este modo se llega a cuatro posibles resultados. Así, se puede identificar un resultado muy benigno que combina las estrategias más cooperativas de los dos jugadores (la UE ofrece un amplio acuerdo y el Reino Unido acepta la libre circulación de personas). En el otro extremo tendríamos el resultado más rupturista en el que ninguna de las partes cede o coopera (no acuerdo de asociación comercial y, evidentemente, no circulación de personas; es decir, “hard” Brexit). Entre ambos extremos, aparecen dos resultados, combinación de la cesión de un jugador mientras que el otro consigue imponer su objetivo. Serían aquellos escenarios en el que: 1) el Reino Unido logra el acuerdo comercial pero consigue librarse de la libre circulación y 2) la UE lograse imponer la libre circulación pero sin tener que ofrecer un acuerdo preferencial. Este último supuesto es poco realista, pero sí es interesante desde el punto de vista analítico porque recoge la victoria total de la UE y si dejamos volar la imaginación, no habría resultado más disuasorio que aquel que terminase con un Reino Unido fuera del Mercado Único, pero aceptando la libre circulación de trabajadores.
En cualquier caso, el paso siguiente, una vez dibujadas las cuatro casillas básicas, es asignar valores a los resultados (o pagos del juego) de cada uno de los jugadores en cada posible resultado. Ello permite identificar las tensiones que surgirán en la negociación y resolver el juego, si hubiera algún par de estrategias que satisfagan las condiciones de equilibrio.
Mucho se ha escrito acerca de las consecuencias económicas del Brexit, pero a día de hoy determinar las implicaciones de cada una de las alternativas sigue siendo un verdadero reto. La naturaleza del juego nos permite afirmar que no estamos ante el tradicional dilema del prisionero en el que la imposibilidad de coordinar el comportamiento con el otro jugador acaba en un único resultado estable, pero que es una alternativa menos eficiente en términos de pagos. Al contrario, en este juego las dos partes podrán coordinarse durante los dos largos años que dura el proceso de negociación desde que se activó el artículo 50 del Tratado. Es más y quizás ésta sea uno de los rasgos y condicionantes más característicos: la partida se jugará frente a una gran cantidad de público, que en el fondo son los seguidores o, mejor dicho, los votantes que legitiman a los negociadores.
Entonces, ¿cómo podemos atribuir valores a los resultados de cada casilla? Si nos guiásemos solo por las consecuencias económicas, cualquiera de los que creemos en las bondades del libre comercio y la libre circulación del trabajo inmediatamente asignaríamos los mayores valores a dichas alternativas, las que resultan de la cooperación. Bajo ese supuesto en el que solo se consideran estos pagos, el juego sería fácil de resolver porque el único equilibrio sería aquel en el que ambos cooperan y ambas partes quedan unidas por una relación muy parecida a la actual. Una matriz en la que solo considerásemos los pagos “económicos” en términos de costes respecto de la situación actual podría ser parecida a la siguiente:
Pero lamentablemente no estamos en ese mundo ideal y los jugadores no se conducen solo por los valores “económicos”, hay que superponer o añadir los objetivos políticos que nos han traído hasta el inicio del juego. En realidad quienes han conducido el proceso tienen sus propias creencias acerca de cuáles son las verdaderas consecuencias económicas, que han sido compradas por el electorado. Si asignamos entonces mayores valores a los dos resultados en los que cada parte es capaz de imponer su pretensión a la otra, llegamos a un juego que se conoce como el “Juego del Gallina”. En este juego hay un escenario de choque en el que ninguno cede y conlleva un pago muy negativo para ambos; dos escenarios en los que una de las partes cede y la otra no, con pagos muy altos para aquel que vence y negativos para el vencido; y un último escenario más cooperativo en el que ambas partes han cedido y sacan un pago ramplón, pero no necesariamente negativo. De esta forma, podemos elaborar una matriz como la siguiente:
El nombre del juego toma su origen en las carreras de coches entre jóvenes en las que los dos corren el uno contra el otro para mostrar su valentía y aquel que vira es considerado un gallina. La imaginación (y las concesiones del guion) nos permite visualizar a dos conductoras, Teresa y Ángela, enfundadas en sus cazadoras de cuero y acelerando por una larga pista ante una multitud enfervorecida, cuya expectación hará aún más difícil que una de las dos coopere, virando su volante.
El juego del Gallina no tiene un único equilibrio. De hecho, si la matriz de pagos es simétrica los dos escenarios en los que uno de los dos jugadores termina virando constituyen un equilibrio del juego en términos de Nash. La valentía de los jugadores y su compromiso y disposición a aceptar el choque es lo que lleva en última instancia al oponente a girar el volante. El que vira acepta que el oponente tiene menos que perder. Estos meses hemos asistido a continuas manifestaciones de ambas partes acerca de su disposición de llegar al “hard Brexit”, lo que gráficamente se suele visualizar como el conductor que nada más arrancar se desprende de su volante por la ventanilla y se convierte en un kamikaze.
Pero, lamentablemente, el juego del Gallina también puede terminar en choque. El hecho de que el público sea tan numeroso convierte la victoria de uno en humillación del adversario y puede hacer que ambos se crean kamikazes sin opción de girar a tiempo.
Entonces, ¿no cabe la esperanza de que ambos viren y lleguemos al mejor resultado en términos económicos? Ese escenario también es posible y va a depender de cómo evolucionen las expectativas que forman los pagos políticos en ambas partes. El hecho de que la UE haya aceptado negociar de manera conjunta los términos del divorcio junto con el nuevo esquema de relaciones entre ambas partes puede ser un buen presagio. Si la factura con la que se liquiden los términos de la salida se puede vender simultáneamente como un pago doloroso y disuasorio en la UE, pero también como una cuenta razonable por recuperar ciertos ámbitos de soberanía en el Reino Unido, entonces quizás los pagos políticos se vayan suavizando y lleven al juego hacia la solución cooperativa.
Por otro lado, los pagos políticos irán moldeándose a lo largo de estos años por procesos electorales y por otros sucesos aun hoy impredecibles.
Solo resta esperar que quienes estén conduciendo en el momento clave no crean que tienen más que ganar si mantienen el volante recto y pisan el pedal a fondo.