En los últimos años se ha puesto de moda desarrollar investigaciones académicas que vienen a cuestionar los pilares en los que se ha basado el análisis económico en las últimas décadas. Se trata de revisiones que en muchos casos reevalúan los modelos tradicionales adaptándolos a la nueva realidad tras la crisis financiera global, o refinándolos con las posibilidades que proporciona la información más precisa de los datos micro a nivel de empresa o los metadatos; pero en otros casos, directamente se cuestionan los supuestos base de los análisis clásicos. El resultado no es menor porque muchas de estas revisiones vienen a cuestionar recomendaciones tradicionales de política económica y apuntan a la construcción de un nuevo consenso. A título de ejemplo, se repasan tres de estas revisiones con implicaciones para la política monetaria, el mercado de trabajo y la inversión, desarrolladas por economistas de reconocido prestigio y presentadas en foros académicos con especial incidencia entre los gestores de política económica.
La investigación de Gita Gopinath (profesora en Harvard y emergente estrella en los foros académicos) revisa elementos del análisis macroeconómico y la política monetaria (la presentó en la selecta conferencia de Jackson Hole, restringida a expertos reconocidos y líderes de política económica, especialmente a bancos centrales). Su análisis (The International Price System, International Prices and Exchange Rates) reexamina el funcionamiento de los modelos de tipo Mundel-Fleming (M-F), que desde los años 60 constituyen la referencia para en el estudio de las economías abiertas al comercio internacional. Gopinath aplica una constatación aparentemente tan evidente como que, en la práctica, en el comercio internacional de mercancías los precios se suelen fijar en monedas de reserva (fundamentalmente en dólares y, en segundo lugar, en euros), y no en la moneda doméstica de los países, como suponían los modelos M-F. El resultado es que los precios de importaciones y exportaciones son mucho más rígidos de lo que se preveía ante variaciones en el tipo de cambio (hasta dos años de retraso en el ajuste), porque los exportadores tienden a mantener el precio internacional fijado y absorben las consecuencias de la variación en el tipo de cambio en su moneda doméstica.
Las consecuencias son importantes, porque en los países con moneda vehicular en el comercio internacional, EEUU y la zona del euro, el impacto de una depreciación (apreciación) del tipo de cambio ‒es decir, aumento (reducción) de la inflación y de la competitividad-precio‒, es mucho menos intenso de lo que se preveía, y sensu contrario, es mayor en el resto de países. La apreciación del dólar se traduciría en mayores márgenes para los exportadores en sus monedas domésticas y un menor efecto deflacionista en EEUU. Todo ello obliga a repensar el impacto de la política monetaria en las grandes economías, la FED y el BCE tienen más margen doméstico del que se pensaba, pero también mayores efectos de desbordamiento en terceros países.
En el caso de Peter Diamond (profesor en MIT, premio Nobel, y rechazado hasta tres veces por los senadores republicanos para formar parte del consejo de la FED), se revisa a sí mismo reformulando sus conclusiones sobre la curva de Beveridge. En los años 80, Diamond desarrolló (en paralelo a Mortensen y Pissarides, con los que recibe el Nobel conjunto en 2010) los modelos de búsqueda de empleo, que permitían explicar las fricciones en el mercado de trabajo y la relación negativa que describe la curva entre desempleo y vacantes ‒los trabajadores tienen costes de información y búsqueda, y las empresas, en términos de oferta de vacantes, entrevistas y formación‒.
En trabajos recientes conjuntos con Ayşegül Şahin, Diamond (Disaggregating the Matching Function, Shifts in the Beveridge Curve), se ha sumado a los que revisan la validez cuantitativa de la curva, que tras la crisis financiera global, se habría desplazado a la derecha, de forma que el desempleo es mayor para el mismo nivel de vacantes. Esto podría indicar un cambio estructural en el mercado de trabajo, por ejemplo, una formación inadecuada o la sustitución del empleo por tecnología. Con datos para EEUU, observan que en realidad la curva ha tenido un comportamiento menos estable del que se creía, en efecto, durante los ciclos se habría caracterizado por desplazamientos que trazan hasta 1950. En las recuperaciones la curva no tiene por qué volver a su posición original y, de hecho, solo parece hacerlo tras largos períodos de crecimiento económico.
Una implicación central es la pérdida de valor informativo de la tasa de desempleo o de las ofertas de vacantes de las empresas y, con ello, de los modelos del mercado de trabajo que se basan en estas variables. Por ejemplo, señalan que en EEUU el 42% de las contrataciones se hacen por establecimientos sin vacantes previas, y la contratación de desempleados solo supone un tercio de las contrataciones (un 42% son población no activa y el resto, ya empleados). De otra manera, el paro es solo una proxy de la búsqueda de empleo, y las vacantes solo una proxy de las contrataciones. Son variables que excluyen a los “no supervivientes”, como los inactivos en edad laboral que buscarían empleo si el mercado de trabajo fuera más fuerte, o trabajadores subempleados que querrían un trabajo a tiempo completo (lo que en EEUU se identifica como el famoso “slack” del mercado de trabajo). Este tipo de análisis es el que ha venido utilizando la FED para retrasar la estrategia de salida de la política monetaria expansiva a pesar de la caída en el paro. En España es especialmente relevante, no solo nuestra tasa de paro (19%) está casi 11 puntos por encima de la media de la UE (solo nos supera Grecia); sino que tenemos una tasa de inactividad (población en edad laboral que no busca empleo) del 40%, también muy por encima de la media europea (27%).
Janice Eberly (Kellogg School of Management, antigua economista jefe del Tesoro americano) presentó en la conferencia académica anual del FMI del pasado noviembre (Jacques Polak Research Conference) su estudio conjunto con Lewis Alexander en el que, mirando a cifras a nivel de empresa, desenmarañan los datos sobre la debilidad de la inversión y la caída del capital físico, cuyo comportamiento no casa con la teoría tradicional de demanda de inversión porque no repunta a pesar de los bajos tipos de interés y la recuperación de los beneficios empresariales (Investment Hollowing Out). Señalan que la inversión estaría teniendo dos tendencias principales: por un lado, que la inversión aumenta en los sectores que no son deslocalizables (energía y telecomunicaciones); por otro, que en los sectores de alta tecnología se estaría produciendo una sustitución de inversión en capital físico por inversión en intangibles (como propiedad intelectual o marca), que es además menos observable porque en gran medida responde a procesos intra-empresa.
La inversión tendría así un comportamiento paralelo al mercado de trabajo. De la misma manera que el trabajo de baja cualificación es sustituido por la automatización, el capital físico es sustituible por trabajo altamente cualificado (que es el factor en el que son intensivos los intangibles). Las implicaciones pueden ser importantes en términos de política para favorecer la inversión, en la medida en que los cambios en la estructura productiva hacia la economía del conocimiento podrían tener un impacto mayor a la hora de atraer flujos de inversión que los tipos de interés.
En fin, tiempos entretenidos en el análisis económico; siempre es bueno cuestionar los pilares.