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Ni el empleo ni el futuro serán lo que eran

Tres son las virtudes más importantes en la enseñanza de la Economía: el rigor, la claridad y la humildad. El rigor, porque sin datos o con datos sesgados no hay enseñanza, sino adoctrinamiento; la claridad, porque, como decía Richard Feynman, quien no sabe explicar algo en términos sencillos es porque verdaderamente no lo ha entendido; y la humildad, porque es imprescindible en una ciencia social no experimental, y porque el que sabe mucho de algo no necesita estar continuamente demostrándolo. Combinar las tres virtudes es raro, y al que no le falla el rigor, o es demasiado oscuro o le suele perder la soberbia.

Manuel Alejandro Hidalgo es, sin embargo, una excepción: este profesor de la Universidad Pablo de Olavide es respetado en el mundo académico, es un gran divulgador en prensa y en Twitter, y es muy apreciado por su accesibilidad, su generosidad y su falta de arrogancia. Por eso su primer libro, El empleo del futuro: Un análisis del impacto de las nuevas tecnologías en el mercado laboral (Deusto, 2018), que trata además uno de los temas económicos de mayor actualidad y relevancia, ha sido recibido con entusiasmo.

Plataformas tecnológicas: desregular tirando a mal

El inolvidable humorista Eugenio solía contar el chiste de la pitonisa que predecía para su clienta un marido “alto, guapo, rubio y generoso”, a lo que esta replicaba, emocionada: “¡Qué bien! ¿Y qué hago con el que tengo?”.

Del mismo modo, el proceso de liberalización en España de la actividad de plataformas tecnológicas como las de vehículos de turismo con conductor (como Uber o Cabify) o las de alquiler turístico (como AirBnB) ha sido de chiste: las autoridades han dejado que el crédulo consumidor se ilusione con un sector alto, guapo, rubio y tecnológico, pero han olvidado hacerse la pregunta relevante: ¿y qué hacemos con el sector tradicional que ya tenemos? Han combinado la valentía de liberalizar lo moderno con la cobardía de no desregular en paralelo lo anticuado. Y, en política económica, la cobardía de ayer es el problema de hoy.