Más Europa, sí, pero por mayoría cualificada

“¿Y cuál es el teléfono de Europa?”. Esta pregunta retórica atribuida a Henry Kissinger –y probablemente falsa, como tantas de las que se atribuyen a Churchill– pone de manifiesto la dificultad para saber dónde se concentra el poder europeo. Y tiene sentido, porque la respuesta no es nada evidente.

El pasado 6 de abril la canciller alemana, Angela Merkel, dijo en una conferencia que “la respuesta” a esta crisis del coronavirus sólo podía ser “más Europa”. Pero igual hay que aparcar el sentido retórico, arremangarse y decir: “Estupendo. ¿Y qué quiere decir exactamente más Europa?”

La propuesta SURE para la crisis del coronavirus

Para contribuir a suavizar la peor crisis económica que Europa va a vivir desde la Segunda Guerra Mundial como consecuencia de la pandemia del coronavirus, la Comisión Europea propuso a comienzos de abril el SURE (Support to mitigate Unemployment Risks in an Emergency). Está basado en una idea teórica de reaseguro a nivel europeo de los costes nacionales de las prestaciones por desempleo, pero se ha quedado corta. Es una de las vías, no excluyentes entre sí, que se van a debatir estos meses para alejar la posibilidad de reeditar una crisis de deuda soberana de la zona euro tras el esfuerzo de emisión de deuda pública que supone la crisis sanitaria. A pesar de este objetivo, el instrumento se plasma en préstamos que incrementan la deuda nacional de los Estados miembros que lo soliciten, que es la misma respuesta que se dio en la crisis de 2010-13. Si el Eurogrupo aprueba finalmente esta propuesta, en breve comenzarán las negociaciones para alcanzar un acuerdo sobre el texto final.

África tiembla ante la COVID-19

Parecía que esta vez África iba a librarse de una epidemia originada en la lejana China a partir de un virus al que no le gusta el calor. Sin embargo, aunque hay quienes sostienen que las altas temperaturas y la humedad reducen significativamente la capacidad de contagio del coronavirus, el continente africano está alerta ante la llegada del virus a la práctica totalidad de los países que lo conforman. Algunos gobiernos han tomado medidas contundentes desde el primer caso confirmado, como el cierre de los colegios, la suspensión temporal de la llegada de viajeros de países con alto contagio e incluso el confinamiento de la población, por lo que la progresión por el momento es más lenta que en las zonas más afectadas por la pandemia. No obstante, ya se temen los negativos efectos que esta crisis va a tener en la región más pobre del mundo.

Política económica en tiempos de COVID-19 (I): Controlar la pandemia y sus efectos

La pandemia COVID-19 ha situado a la economía mundial en una coyuntura inédita: una contingencia que obliga a limitar severamente el contacto humano impidiendo (entre otras muchas cosas) el normal desenvolvimiento de la actividad económica. Como estamos viendo, es una situación que genera reducciones de PIB dos órdenes de magnitud superiores a las que nos podían preocupar hace apenas dos meses.

Nadie tiene una hoja de ruta sobre qué hacer en casos como éste. Las facultades de economía enseñan cómo responder a las desaceleraciones puramente cíclicas o a las crisis financieras, pero no cómo reaccionar cuando la inmensa mayoría de trabajadores y consumidores deben quedarse en sus casas un periodo prolongado de tiempo, limitando severamente sus posibilidades de gasto (y de producción). El símil de una guerra, muchas veces utilizado, es apropiado: coherente con la dimensión del impacto económico y con la escala abrumadora, y sin más precedentes que los grandes episodios bélicos, de las medidas que deben adoptarse.

EEUU: Como si fuera un mal augurio

El pasado 26 de febrero se publicó en este blog una entrada mía que trataba del ciclo expansivo que estaba experimentando la economía estadounidense, el más largo de su historia desde que se recopilan datos. Mencionaba que, una vez que parecía que la confrontación de Estados Unidos con China y otros países para redefinir el marco comercial se reducía con la firma del nuevo acuerdo comercial con Canadá y México y el acuerdo phase one alcanzado con el gigante asiático, mejoraban las perspectivas de crecimiento y que, con la pujante demanda del consumo nacional, la tasa de desempleo en mínimos de 50 años, subidas salariales y las excelentes perspectivas de consumidores y empresas, los EE.UU. no tendrían problema para continuar batiendo su record histórico de trimestres consecutivos sin entrar en recesión. No obstante, terminaba el texto mencionando la existencia de desequilibrios tales como la excesiva deuda corporativa o el elevado precio de los activos financieros que podrían potenciar los efectos negativos de una posible crisis futura. De repente, todo ha cambiado.