Lectura contra el desánimo

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¿Se levanta usted, desde la mañana del 9 de noviembre, con sensación de angustia? ¿Le asalta de manera frecuente una preocupación inexplicable respecto al devenir del mundo? ¿Sueña con que Obama se convierte en el presidente vitalicio de la Unión Europea? ¿No entiende el cabreo del macho blanco de clase media?

No se preocupe. Lo primero, no está solo. Y lo segundo es que me voy a permitir prescribirle un tratamiento que sin duda le hará sentir mejor.

Le recomiendo que lea el Informe sobre pobreza y prosperidad compartida: enfrentándose a la desigualdad (está en inglés, pero también hay un pequeño resumen en español). Se trata de un documento elaborado por los economistas del Banco Mundial, publicado hace unas semanas con motivo de su Asamblea anual, que analiza el progreso en la reducción de la pobreza extrema en el mundo y en la mejora de la situación del cuarenta por ciento de la población más pobre en cada país.

Desde 1990, el número de personas que viven en situación de pobreza extrema (aquellos que viven con menos de 1,90 dólares al día ajustados para igualar su poder de compra en distintos países) se ha reducido en 1.100 millones. En relación al total de la población mundial, el porcentaje viviendo en pobreza extrema ha pasado del 35% al 10,7%. Siguen siendo 767 millones de personas, pero el avance en la lucha contra la pobreza extrema es espectacular, sobre todo cuando se añade que en el mismo período la población mundial ha crecido en 1.900 millones de personas. El rápido desarrollo de China y de la India tiene mucho que ver con esta mejora, pero se trata de una tendencia más general, con la única excepción del África subsahariana.

Además, desde el estallido de la crisis financiera global, la gran mayoría del mundo en desarrollo no solo ha seguido reduciendo la pobreza extrema, sino que ha conseguido reducir la desigualdad. De los 83 países incluidos en el informe, en 60 se produjo un aumento de la renta per cápita del cuarenta por ciento más pobre durante el período 2008-2013. En 49 de ellos, este crecimiento fue superior a la media de toda la población, lo que permitió reducir de manera notable la desigualdad.

Algunos casos concretos son ilustrativos. El cuarenta por ciento más pobre de los chinos ha visto su renta per capita crecer un 8,87% anual durante el período, mientras el mismo grupo en Brasil registraba ganancias de renta per capita del 6,14% anual, dos puntos superiores a las del conjunto de la población. Los avances no se limitan a los grandes países de renta media: la renta per capita de los más pobres creció un 6,52% en Camboya, un 7,25% en Ecuador y un 3,59% en Uganda, siendo estos ritmos medios anuales superiores a la media del país.

Aunque los datos del período 2008-2013 pueden estar influenciados por factores coyunturales favorables como los precios de las materias primas (que han cambiado de signo en los últimos tres años), los números pintan una cara de la globalización bastante amable, sobre todo para los millones de personas del mundo en desarrollo que han salido de la pobreza o han ampliado sus oportunidades vitales. Muestran que la apertura al comercio y a la inversión extranjera directa amplía las posibilidades de impulsar el cambio estructural que conduce al aumento de la productividad y del bienestar material de los ciudadanos.

Ahora bien, también es cierto que la expansión del comercio Norte-Sur durante el período 1999-2009 ha provocado pérdidas de empleo y de rentas en sectores de las economías desarrolladas. El vertiginoso ascenso de China como gran potencia industrial es un caso excepcional para evaluar los efectos de un choque comercial sobre los países desarrollados. La evidencia más reciente para el caso de Estados Unidos indica que el fuerte incremento de la importación de productos chinos desde 2001 a 2007 puede haber costado más de dos millones de empleos, afectando negativamente y de manera duradera a varias regiones manufactureras del país (ver artículo).

Es necesario investigar más y mejor para entender en toda su complejidad los efectos del comercio asociados al desarrollo de China y otras economías emergentes. Aun así, es muy probable que, en términos netos, este proceso de cambio haya generado grandes avances en el bienestar. Se puede seguir defendiendo con firmeza que la apertura comercial y a la inversión directa es un fuerza generadora de prosperidad. La clave está en las políticas, tanto en los países en desarrollo como en el mundo desarrollado.

Entre las políticas que se han demostrado más eficaces en los países en desarrollo el Banco Mundial destaca la inversión en educación infantil y primaria, la asistencia sanitaria universal, las transferencias condicionadas (por ejemplo a que los padres lleven a los niños al colegio o al médico) y la inversión en infraestructuras que conecten el medio rural con el resto de la economía. Mencionan también el potencial de las reformas del sistema tributario, cuando permiten generar ingresos para invertir en educación, salud e infraestructuras, además de reducir la desigualdad en la distribución de la renta.

En los países desarrollados, conviene tomar los avances en la reducción de la pobreza como un logro y una oportunidad, en vez de como una amenaza. Y ajustar las políticas para paliar los efectos negativos sobre el empleo y la distribución de la renta de la reciente ola globalizadora. Se puede y se debe trabajar más en compensar a los perdedores de la globalización; pero conviene no olvidar que el proteccionismo de nuevo cuño es solo una forma de xenofobia que trata de ganar votos proyectando en los extranjeros las frustraciones domésticas. Frente a quienes busquen la grandeza en el repliegue, hay que recordar que el empobrecimiento de eventuales guerras comerciales dañará más a los más pobres y atizará las brasas nunca apagadas del nacionalismo. Al mismo tiempo urge impulsar las políticas nacionales y los esfuerzos de cooperación internacionales necesarios para reducir la desigualdad, ampliando las bases y la sostenibilidad del crecimiento. Vivimos en un tiempo en el que lo justo y lo moral es también lo más eficiente y lo mejor para la economía.

No se pasen con la dosis de lectura: temo que ya lo estoy viendo todo demasiado en color de rosa.

6 comentarios a “Lectura contra el desánimo

  1. Ana de Vicente Lancho
    22/11/2016 de 22:44

    Yo me sumo a combatir con optimismo el estado de desánimo que aflige a muchos economistas y no economistas en estos momentos, por diversos motivos:
    1. Porque la alternativa, es decir, dejarse vencer por el pesimismo, estimula mucho menos la actividad intelectual para intentar cambiar las cosas
    2. Porque los datos objetivos en términos de mejora del bienestar global ciertamente son optimistas. A los mencionados del informe Banco Mundial yo añado los de Costa de Marfil, donde resido, que en los últimos años ha visto descender un 2,6% la tasa de pobreza y un 5,7% la de pobreza rural, al tiempo que avanzan los indicadores de alfabetización y se reducen los de mortalidad infantil y materna
    3. Porque creo que el optimismo ayuda construir un consenso social necesario para la transformación de las instituciones, que a su vez es clave para el proceso de desarrollo. De nuevo pongo el ejemplo de Costa de Marfil, que con su objetivo de convertirse en economía emergente para 2020, calificado como excesivamente optimista por muchos, está sin embargo aunando los esfuerzos de toda la sociedad para superar los conflictos del pasado y mejorar no sólo los datos macroeconómicos, sino también las condiciones de vida de una incipiente clase media

    • Gonzalo García Andrés
      23/11/2016 de 22:21

      Gracias Ana. Sea optimismo escéptico o pesimismo activo, lo que sea menos quedarse cruzado de brazos. Hay muchas razones para la preocupación por la dinámica política y también por la política económica y la dificultad para entender mejor la realidad y poder cambiarla. Pero creo que hay que tomar conciencia del extraordinario progreso que muchos millones de personas en países en desarrollo han experimentado en los últimos años. Hay que conseguir que ellos sigan avanzando y que en los países desarrollados el empleo, las oportunidades y las posibilidades de mejorar lleguen a todos.

  2. Enrique M.
    23/11/2016 de 23:24

    Gracias por publicar esto. Será «optimismo escéptico»… quizás, pero todos necesitamos algunas «píldoras» de él.

  3. Concha v
    24/11/2016 de 01:30

    Gracias , es bueno saber que la lucha contra la pobreza y la desigualdad va dando sus frutos. Aunque la percepción es que todavía queda mucho por hacer y que hay mucha gente en todo el mundo con un alto nivel de necesidad.
    Es una llamada a la esperanza de que un mundo mejor es posible

    • Gonzalo García Andrés
      24/11/2016 de 09:11

      El propio informe del Banco mundial dice que alcanzar el objetivo de erradicar la pobreza extrema en 2030 es posible. Pero requerirá mayores esfuerzos para reducir la desigualdad además de crecer, sobre todo en los países en desarrollo más poblados. Depende de las políticas que se apliquen, empezando por las que sustentan la capacidad fiscal y la posibilidad de invertir en educación y en sanidad. El problema no es la capacidad de generación de riqueza, que es inmensa, sino avanzar hacia un sistema económico más civilizado que ofrezca participación y oportunidades a todos los ciudadanos.

  4. ENRIQUE T.
    30/11/2016 de 01:29

    Cualquier comentario positivo por pequeño que sea, alegra la vida y engrandece el espíritu. Creo que la humanidad en su conjunto avanza y ello a pesar de la falta de libertad que nos encdena a todos. Somos desgraciadamente rehenes de nuestras costumbres, nuestras leyes,nuestra cultura y nuestra religion. Enfoquemos el futuro formando cada uno libremente una pequeña luz que impida que exista la oscuridad en cuialquier lugar del mundo.

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