Hacia el empleo digno universal, pero sin atajos (II)

Volvamos a la Carta de Madrid: “Cuando se trata de euros, nadie es más fuerte que la Unión Económica y Monetaria Europea (UME), y todos los límites financieros que la UME se impone, como también hacen los EEUU y otras autoridades políticas monopolistas de su propia divisa, son auto-imposiciones. Son opciones políticas justificadas con una narración falsa, son la plaga”. La idea es que el gasto público no tiene límite para un Estado que emite su propia moneda y puede financiarlo creando dinero. Con esta premisa, la vía hacia el Empleo Digno Universal en España o Italia es conseguir que el BCE financie directamente un aumento del gasto público. Este tercer atajo, inspirado en la Teoría Monetaria Moderna (MMT), podría funcionar durante algún tiempo en algunas economías, pero a la larga supondría una costosa involución.

En este entorno post-crisis, algunas de las intuiciones de la MMT parecen cargadas de sentido. Es verdad que en los peores momentos de inestabilidad del sistema, la facultad de crear dinero, aun atribuida a un banco central independiente, ha sido el instrumento de defensa más poderoso del Estado. También es cierto que como ya vaticinaron varios de los economistas de la MMT, varios países del euro han pagado cara la pérdida de soberanía monetaria.

El enfoque de la MMT también ayuda a entender por qué no es buena idea que el Estado reduzca su gasto cuando el sector privado se afana en ahorrar y reducir su deuda. Un artículo reciente estima que, sin la austeridad, el PIB de España, Grecia, Italia, Portugal e Irlanda habría descendido solo un 1% respecto a la tendencia, frente al 18% de caída real. El multiplicador de los recortes de gasto público se habría situado en torno a 2 (es decir que un euro de reducción del gasto acabaría restando 2 euros al PIB), haciendo que la deuda pública no solo no bajara, sino que se haya disparado en muchos países.

Durante los primeros meses de 2016, con el pesimismo extendiéndose y las Bolsas por los suelos, financiar un aumento del gasto público emitiendo dinero pasó incluso a convertirse en una opción sería (a pesar de denominarse como tirar dinero desde un helicóptero).

El primer problema del tercer atajo es la inflación. El abuso de la creación de dinero para financiar el gasto del Estado ha sido históricamente la principal causa de la inflación. Los males que esta genera son bien conocidos; en palabras de Hyman Minsky, la inflación induce ineficiencia en las decisiones de inversión y es un impuesto cruel. Además, curar a las economías de la adicción a la inflación es muy costoso, pues suele exigir un periodo de altos tipos de interés que deprimen la inversión y el empleo.

Por eso la prohibición legal de financiar el gasto público con emisión de dinero, que se extendió en los países desarrollados a finales de los ochenta y principios de los noventa, fue una conquista notable. Pasó a ser uno de los principios constitucionales de la unión monetaria, consagrado en ese texto firmado en Maastricht que ahora muchos demonizan. Se trata de un principio muy sano: para gastar, los gobiernos tienen que recaudar impuestos o pedir prestado a los ahorradores nacionales o extranjeros. Aunque es cierto que los bancos centrales, incluido el BCE, han comprado ingentes cantidades de deuda pública en el mercado secundario, no lo han hecho por mandato de los gobiernos sino para evitar la deflación y sortear el límite que el cero por ciento impone a las bajadas de tipos de interés. La política monetaria puede hacer frente al riesgo de deflación sin comprometer la capacidad futura para prevenir la inflación.

El segundo problema es el sector exterior. Aumentar la demanda financiando el gasto público con dinero aumenta las importaciones de bienes y servicios, de manera que el país se endeuda frente al resto del mundo. Aunque la MMT resalta que sus prescripciones exigen tipos de cambio flexibles, la depreciación de la moneda nacional no es solución duradera. Encarecerá los factores de producción importados (bienes de equipo, materias primas energéticas), debilitando la capacidad de aumentar el empleo y la exportación. Es difícil mantener el flujo estable de financiación procedente del exterior que precisa el déficit corriente si los inversores anticipan aumentos de la inflación y depreciaciones adicionales del tipo de cambio que harán perder valor a sus activos.

El tercer problema tiene que ver con la organización del trabajo en el sector público. Varias de las propuestas recientes de la MMT apuntan a que el plan de empleo de transición (el Estado contrata directamente a todo aquel que quiera trabajar a un salario cercano al mínimo) se centrará en actividades como el cuidado infantil y de la tercera edad o el medio ambiente; también se propone aportar trabajadores financiados por el Estado al sector de entidades sin fines de lucro y a los emprendedores sociales. En una circunstancia de paro masivo podría ser conveniente explorar esta opción; pero en cualquier caso, su organización se enfrentaría a enormes desafíos de gestión. El trabajo, para ser digno, tiene que ser pleno y útil; no vale pagar a alguien por trabajar si no se crean las condiciones para que pueda desempeñar su tarea de manera efectiva.

Pero debo confesar que todavía no he llegado a las dos cosas que más me irritan del atajo de la MMT.

La primera es que desvirtúa aspectos básicos de las ideas de Keynes y de Minsky. El objetivo de la política fiscal para ambos debe ser contribuir a estabilizar las fluctuaciones crónicas que se producen en la inversión, causantes del paro. Para lograrlo, el presupuesto tendría que estar en equilibrio a lo largo del ciclo; es decir, cuando la economía está boyante (como en España antes de 2008) hay que conseguir un superávit (¡¡) y reservar el déficit para cuando se produzca una recesión. Nada de financiarlo con dinero. Mis dos ekanomistas preferidos compartían el afán por ayudar a diseñar políticas e instituciones que permitieran al Estado domeñar la inestabilidad y el paro, los dos males crónicos del capitalismo. Eran conscientes de la complejidad de esa tarea, que requería mucho más que darle a la máquina o hacer una anotación en cuenta.

La segunda es el desprecio por los impuestos como fundamento último de la acción del Estado. La MMT ha acuñado una nueva versión de la Ley de Say, según la cual el gasto público crea los ingresos para financiarlo. Que es tan falsa como la creencia, de nuevo en ascenso, de que las bajadas de impuestos reducen el déficit. Un sistema fiscal que permita recaudar un nivel de ingresos suficiente para financiar el gasto público cuando la economía opera cerca de su potencial es un pilar básico para lograr el Empleo Digno Universal. Porque proporciona un efecto estabilizador automático, una capacidad autónoma para apoyar a la economía de manera discrecional en caso de recesión y fondos para invertir de manera estable en capital humano, físico y tecnológico. Si hay una debilidad estructural que compartimos los países de Europa del sur y sobre la que no se ha incidido suficiente es la insuficiencia de los ingresos públicos.

No hay una tendencia natural hacia el EDI; este objetivo solo se consigue con un marco institucional adecuado y políticas inteligentes y activas. En el área del euro, es urgente perfeccionar tanto el marco como las políticas, a lo cual dedicaremos la tercera y última entrega de esta serie de entradas. Pero hay que hacerlo enfrentándose a la realidad, no rehuyéndola. Los atajos acaban produciendo más frustración.

4 comentarios a “Hacia el empleo digno universal, pero sin atajos (II)

  1. Jesus Felipe
    10/05/2017 de 01:56

    He leído con gran interés las tres entregas sobre Modern Money Theory (MMT) publicadas en este blog. Mi objetivo en este comentario es hacer unas aclaraciones sobre lo que MMT es y predica. Creo que las propuestas en política económica deben evaluarse por lo que son y no por comentarios hechos en una reunión posiblemente de carácter político y en base a un panfleto cuyo objetivo no es una discusión seria y profunda de economía, sino hacer ruido. Estoy de acuerdo en que mezclar a Pinochet, Mitterrand y el FMI es un descalabro. Pero seamos justos, cosas parecidas a ésta las hacen todos los partidos en eventos como el que el autor describe, y lo digo sin haber estado presente en la reunión, aunque es fácil imaginarse lo que ocurrió.

    Hacer el ejercicio que propongo (leer en detalle la literatura sobre MMT y después comentarla) es importante para no caer en los clichés ortodoxos: que los déficits presupuestarios son inflacionistas. Esto es algo que los proponentes de MMT se han hartado de rebatir. Dicho así, no es verdad. Los déficits pueden ser o no inflacionistas. Lo que ocurre es que nos contaron esto en la facultad (el modelo más sencillo de donde todo esto sale es el “loanable funds”) y parece que no nos lo quitamos de encima, aunque no tenga nada que ver con la realidad.

    Admito que el blog alaba temas básicos de la propuesta MMT, por ejemplo, el poner el pleno empleo como objetivo central de la política económica, y admitir que trabajar es fundamental para el ser humano. El desempleo es un desastre no solo económico, sino también social. También coincido en que el mercado laboral no es un mercado como el de las naranjas, donde la oferta de trabajo (derivada de un trade-off que hacen los trabajadores para decidir si quieren trabajar una hora más o sentarse a tomar el sol, ocio) y la demanda (relación negativa entre salario y empleo) determinan el precio del trabajo (salario). ¡La desgracia es que así se explica! El mercado de trabajo es un entramado social mucho más complejo.

    Pero quedarse en el tema de la inflación y la deuda no es hacer justicia a la muy amplia literatura de MMT, que arrancó con el trabajo de Abba Lerner (1943) (no con Keynes). También hay que leer los trabajos de Kalecki (1944). Las propuestas de MMT eran bien conocidas por Samuelson, y el también Premio Nobel de Economía William Vickrey dedicó años de su vida (en los años 90) a pregonar el pleno empleo y el papel que el Estado debía desempeñar para conseguirlo. El otro gran exponente de MMT fue Minsky y después sus alumnos –de los que posiblemente el más aventajado fue Randall Wray–, durante muchos años en la Universidad de Missouri-Kansas City, además del australiano Bill Mitchell (Universidad de Newcastle). Todos ellos han construido unos argumentos muy sólidos. Si después de leerlos uno está en desacuerdo, hay que decirlo, pero quedarse en el tema de la inflación no es hacer justicia.

    La política económica es parecida a la fontanería, siempre reparando algo porque siempre ocurre algo con algún grifo o tubería. Cualquier medida de política económica que hoy es solución a un problema, mañana será la causa del problema siguiente y habrá que taparlo con una medida que será el problema de pasado mañana. Con esto solo quiero decir que no hay propuesta alguna en economía que sea perfecta. MMT tiene algo de esto.

    Pero vayamos por partes y expongamos lo que dicen los proponentes de MMT. Lo he resumido en en el siguiente archivo:

    https://www.dropbox.com/s/8ja1wg5v06tycy8/Jesus_Felipe_Comentarios_a_post_MMT.pdf?dl=0

    Saludos

    Jesus

    • Gonzalo García Andrés
      14/05/2017 de 05:57

      Hola Jesús. Muchas gracias por tu comentario y por tu resumen de los argumentos de la MMT. Llevo bastantes años leyendo a Minsky y a algunos de sus discípulos (a través del Levy Economics Institute). Para escribir la entrada releí algunos capítulos de Stabilising an unstable economy y también repasé una explicación bastante detallada de Randall Wray sobre la MMT. En mi opinión, la MMT realiza un salto muy significativo sobre las ideas de Minsky que a mi juicio es una regresión. La explicación que das de cómo funciona la política monetaria y la financiación del déficit en una economía moderna no la comparto. Al menos en España y en todos los países donde está prohibida la financiación monetaria del gasto público. Los cobros y pagos entre el Estado y el sector privado están separados de las operaciones entre el banco central y los bancos. Y sí, se necesitan impuestos y deuda para financiar el gasto público. Entiendo el atractivo de la financiación monetaria del gasto público en un entorno como el que hemos vivido. Pero creo que es un error. ¿De verdad piensas que España tendría más posibilidades de llegar al pleno empleo con la peseta? Si ahora las economías desarrolladas que emiten su propia moneda no pueden quebrar es porque han renunciado antes a financiar el gasto público con dinero; si se volviera a la ilusión de conseguir los objetivos macroeconómicos creando dinero al final el país en cuestión acabaría dolarizado o euroizado. Me preocupa que olvidemos lo que creo que es la esencia de las ideas de Keynes y de Minsky, que es la inestabilidad inherente al funcionamiento de una economía capitalista moderna, y abracemos la idea de que creando dinero resolveremos nuestros problemas. No tanto por la inflación, sino porque volver a la financiación monetaria del gasto público será fuente de inestabilidad y debilitaría a largo plazo la capacidad del Estado para llegar al pleno empleo. Claro que el déficit es necesario y útil cuando la demanda agregada se hunde y aumentan la incertidumbre y la preferencia por la liquidez. Pero durante la expansión necesitaríamos superávit para hacer más eficaz la estabilización.
      Por último, creo que conviene pensar en la concreción política de las ideas económicas. Y la MMT se presta a ejercicios del tipo que describía en mi entrada.

      • José Antonio
        14/05/2017 de 12:12

        Saludos a los dos,

        Algunas tesis de la MMT referentes al funcionamiento real de los bancos privados y al proceso de creación de dinero ya han sido respaldadas por el mismisimo Banco de Inglaterra en algunos de sus boletines trimestrales recientes. Reconocen abiertamente que célebre mercado de fondos prestables, donde el dinero es tratado como una commodity, y el infame multiplicador monetario solo son mitos que se siguen referenciando en los libros de texto.

        Más que intermediadores de fondos, los bancos son básicamente creadores de dinero (deciden cuanto y a quien prestar, sin necesidad de esperar a disponer de nuevos depósitos) Al prestar crean simultáneamente un depósito por el mismo importe en su pasivo, y más adelante realizan las operaciones que sean necesarias para cumplir con los coeficientes legales establecidos.

        Cuanto más prestan más ganan y más estimulan el valor de los activos subyacentes de garantía. El problema llega cuando el exceso de endeudamiento privado aboca a una crisis de balances, se deteriora el valor de los subyacentes y ni oferentes ni demandantes tienen apetito por el nuevo crédito. La demanda agregada deja de estar dopada y además deben pagarse los intereses de la deuda privada acumulada, los precios caen… como nos contaban Fisher y Minsky

        En esta situación, sin embargo y de acuerdo con Gonzalo, yo no sería partidario de la monetización de los déficit públicos para actuar como válvula de escape en la necesaria creación de dinero del sistema. Nos costó mucho en España conseguir la independencia del BDE y la eliminación de la financiación privilegiada del déficit público.

        No me preocupan tanto las cifras y porcentajes de déficit y deuda pública, ya sabemos que son convenciones, pero los sectores público y privado necesitan controlarse mutuamente. Sin limites solo podemos anticipar osadía y despilfarro de recursos por ambos lados.

        Creo que el problema es un exceso de deuda privada en el sistema que no ha sido controlado por los gobiernos conforme se fue generando desde principios de los años 80. La ideología dominante abominaba de restringir en mayor medida las siempre eficientes decisiones de los agentes privados. Dejó de preocuparle cuanto se prestaba, a quien y en qué condiciones. Ya sabemos lo que nos ha costado y lo que nos va a costar esta inacción. Y todo el bullshit que lleva aparejado el discurso victimista y exculpatorio de muchos de los responsables directos.

        Entre las opciones de política económica, y no exenta de muchos problemas de aplicación, resulta de interés la monetización parcial de la deuda privada que propone Steve Keen, autor postkeynesiano cercano a las tesis de la MMT. Eso sí, debe tratarse de una medida absolutamente extraordinaria

        • Gonzalo García Andrés
          20/05/2017 de 04:55

          Gracias por tu comentario José Antonio. Estoy básicamente de acuerdo con lo que dices. Es cierto que muchas de las ideas de la MMT sobre cómo funciona el sistema monetario y financiero son útiles y más reales que las enseñanzas de manual ortodoxas. Aunque los bancos son creadores de dinero tienen más restricciones que el coeficiente de reservas; entre otras cosas tienen que cumplir los requerimientos de capital. La crisis ha tenido mucho más que ver con la deuda privada que con la pública y es cierto que en algunos momentos puede haber tenido sentido contemplar medidas extraordinarias. Pero no creo que estemos ya en ese tiempo.

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