En las tripas del elefante

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Uno de los logros más valiosos de la economía en los últimos años ha sido colocar la desigualdad en el centro del debate público. En 2014 Thomas Piketty, célebre ekanomista, ilustró con un imponente caudal de datos basados en declaraciones fiscales la deriva hacia una concentración creciente de la renta y del capital en muchas economías desarrolladas. Este año Branko Milanovic ha publicado un libro centrado en un ejercicio similar de alcance global que ha realizado junto a Cristoph Lakner, cuyo principal resultado se plasma en el gráfico del elefante. La manada de tuits, artículos y comentarios que ha suscitado este paquidermo han acabado por abrirle el vientre para entender mejor lo que aloja en sus entrañas.

Helo aquí.

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La materia prima del gráfico son los datos sobre renta real por hogar después de impuestos obtenidos de encuestas estadísticas realizadas a los hogares en todo el mundo. Para hacerlos comparables, estos datos se convierten a dólares de 2005, utilizando unos tipos de cambio particulares que reflejan las diferencias en el poder de compra por países (un dólar en Malawi compra más alimentos que un dólar en San Francisco). Después se ordenan de menor a mayor renta, agregándolos en grupos del cinco por ciento del total y se calcula la tasa de crecimiento de la renta real de cada grupo entre 1988 y 2008. Los puntos del gráfico muestran en el eje vertical esa tasa de crecimiento para cada cinco por ciento de la población mundial.

Aunque la tasa de crecimiento media es un muy notable, el 24,3% (línea naranja discontinua en el gráfico), estos años de globalización acelerada producen ganadores y perdedores, según nos vamos deslizando por el perfil del elefante. En la cola, el cinco por ciento más pobre ha avanzado relativamente poco, pero el ritmo de progreso sube con fuerza a partir del diez por ciento más pobre (el 38%) y llega hasta el 75% de incremento en la renta real para aquellos que se sitúan entre el cincuenta y el cincuenta y cinco por ciento más rico del mundo. Estos ganadores, a los que dedicamos una entrada anterior, son parte de la nueva clase media de las economías emergentes, capitaneadas por China.

Lo malo viene cuando nos acercamos a la trompa, porque la tasa de crecimiento de la renta real cae con fuerza a partir del setenta por ciento, quedando en el 1,2% para aquellos que están entre el ochenta y el ochenta y cinco por ciento más rico. Estos perdedores (relativos) de la globalización serían en gran medida las clases medias y medias bajas de los países desarrollados. El gráfico termina mostrando un altísimo crecimiento de la renta de los situados en la cúspide de la distribución de la renta global. Y la cosa empeora si tomamos incrementos absolutos y no relativos: el 44% de todo el incremento de la renta real del período ha ido a parar al 5% más rico, los verdaderos reyes de la globalización.

¿Qué secretos y matices encierra este elefante, epítome de la suerte dispar de los humanos en los tiempos de la globalización? Adam Corlett, de la Resolution Foundation, aprovechó la transparencia de Milanovic y Lakner (que dan libre acceso a sus datos) para diseccionar la base de la trompa y entender mejor lo que ha sucedido a los perdedores. Lo primero que destaca es que en el gráfico se comparan peras con manzanas, debido al crecimiento de la población y al cambio en la muestra de países incluidos. No se mide cómo le ha ido al mismo grupo de gente, sino cómo ha variado la situación de un mismo punto de la distribución de la renta global. Dado que mucha de la población nueva se concentra en los países relativamente más pobres, hay algunos de los supuestos perdedores que serían simplemente desplazados del cinco por ciento anterior (que ahora están más arriba en la distribución de la renta global). Y el número de países incluidos tampoco es idéntico en 1988 y en 2008. Manteniendo la población y los países incluidos constantes, el elefante se eleva, mejorando el crecimiento medio de la renta real hasta el 41%.

El otro ejercicio que realiza Corlett es analizar las diferencias en el comportamiento de la clase media entre distintos países desarrollados. En particular, señala que la fuerte bajada del crecimiento de la renta real que muestra la base de la trompa se explica en parte por el comportamiento negativo anómalo de Japón y de los antiguos países de la órbita soviética. El primero ha completado veinte años de desempeño económico calamitoso, mientras la transición a la economía de mercado de los segundos se inició con una fuerte caída de la producción. Si se excluyen estos países más China, el elefante se disipa, con un perfil mucho más estable alrededor de tasas de crecimiento de la renta de entre el 40 y el 50% para los veinte años. A la clase media baja de varios países de Europa Occidental no le habría ido tan mal, con crecimientos medios anuales del 3,8% en Reino Unido o del 2,1% en Francia. En Estados Unidos sin embargo, el ritmo de progreso de la renta real habría sido magro (alrededor del 1%) para el cincuenta por ciento más pobre y solo se aceleraría para los grupos más acomodados.

Esta mirada a las tripas del elefante ha llevado a algunos a cuestionar su interpretación como la prueba de que la globalización es un juego de suma cero. Podría parecer a primera vista que las ganancias de millones de personas en el mundo en desarrollo y emergente son el reflejo del estancamiento de la clase media en los países desarrollados. Pero no es ese el mensaje del paquidermo. De hecho el propio Milanovic ya advertía que la globalización es solo uno de los factores que están detrás de esta evolución, siendo la tecnología y las políticas nacionales los otros dos.

El primer mensaje del elefante es que, tras dos siglos de divergencia, esta fase de la globalización puede extender a millones de personas en el mundo la prosperidad de la industrialización. Un segundo mensaje es que este tipo de globalización multiplica la renta y la riqueza de los más ricos haciendo de la plutocracia una amenaza real para la legitimidad y sostenibilidad del sistema. Por último, para empujar a los que se quedan atrás y activar todo el potencial de generación de prosperidad compartida, convendría revisar tanto las políticas domésticas como los acuerdos internacionales de comercio, de inversión o de transparencia fiscal. E intentar incentivar en los países emergentes la democratización de las ganancias del capitalismo que se produjo a lo largo de décadas en los países desarrollados: salarios que crecen con la productividad, reducción del tiempo de trabajo y mejora de las condiciones laborales, desarrollo paulatino del estado del bienestar…

Mientras tanto, en este tiempo en que la mentira hace fortuna, conforta que haya economistas empeñados en recopilar, depurar y analizar datos que nos permitan entender lo que nos está pasando.

6 comentarios a “En las tripas del elefante

  1. Enrique
    09/12/2016 de 14:25

    Muchas gracias Gonzalo. Muy interesante

    Desafortunadamente el vientre del Elefante tuvo (y tiene) mucha menos repercusión que las conclusiones de Piketty, abrazadas sin descanso por muchos grupos políticos y mediáticos, ávidos de referencias «técnicas» entre los economistas.

    Creo, que si se hacen estudios buscando unas conclusiones predeterminadas, siempre encontraremos datos que nos permitan sostener nuestros prejuicios.

    Me quedo, sin duda con la extensión de la prosperidad que la globalización está llevando a millones de personas.

    • Gonzalo García Andrés
      09/12/2016 de 16:41

      Hola Enrique,

      Coincido contigo en la importancia de que se conozca bien el progreso extraordinario de una gran parte del mundo en los últimos años. Pero el trabajo de Piketty tiene mucho mérito y está basado en una labor concienzuda de recolección y análisis de datos. Para entender bien lo que está pasando hay que quedarse con todo el elefante, el vientre, la base de la trompa y la cúspide. La concentración creciente de renta y de capital en un grupo pequeño es muy preocupante desde muchos puntos de vista

  2. Francisco Moreno Velo
    11/12/2016 de 06:49

    Gracias por el articulo. Muy interesante. Esta claro que el aumento del intercambio de bienes y servicios, libre movimiento de capitales y mercancias entre las diferentes naciones y, en definitiva, la globalizacion, son, con los matices que queramos, los grandes responsables del progreso, la paz mundial y la mejora del nivel de vida que han experimentado millones de personas. Esperemos que esto no tenga vuelta atras. A principios del siglo pasado hubo movimientos proteccionistas, similares a los que algunos pretenden ahora, y la cosa no acabo muy bien que digamos.

    • Gonzalo García Andrés
      12/12/2016 de 18:53

      Gracias, Francisco. Me temo que sí tiene vuelta atrás, a pesar de que en esta ola de globalización el grado de interdependencia que se ha alcanzado entre los aparatos de producción es muy profundo. Es difícil vislumbrar qué pasará en los próximos años, pero da la impresión que el ritmo de avance en la integración durante las últimas dos décadas no es sostenible. Quizá convenga pararse un poco y tratar de reorientar algunas de las principales políticas y líneas de cooperación para tratar de extender los beneficios y también el apoyo público.

  3. Carlos Gallego
    12/12/2016 de 17:16

    Muy interesante. Estupenda entrada. Creo que el problema, sin embargo, no es el vientre, más o menos bajo dependiendo de lo que se puedan afinar los datos del estudio, y que indicarIán una transferencia de rentas de la clase media de países OCDE a clases más desfavorecidas en todo el mundo, el problema es la trompa, de la que no parece haber tantas dudas y qu reflejaria una desigualdad incompatible con un progreso sostensible en el tiempo. Y eso hace a muchos de los efectos de la globalizacion fallidos a los ojos de estos perdedores relativos, colaborando a desencadenar el descrédito sobre la democracia, lo que a su vez traera como consecuencia una nueva avalancha de proteccionismo, que apuesto doble contra sencillo que esta al caer, con los efectos que muy bien cita Francisco. Además, esta el factor coste de ese progreso tan desaforado, basado en la producción creciente, y en la utilización para ello de recursos finitos, de «capital» , como muy bien decía H. F. SCHUMACHER., ya en el 72 o 73.

    • Gonzalo García Andrés
      12/12/2016 de 18:58

      Gracias, Carlos. En muchos países desarrollados a la clase media baja no le ha ido tan mal y la concentración de renta y riqueza no ha sido tan dramática. Sin embargo, en EEUU la desigualdad ha alcanzado niveles solo un poco inferiores a los de antes de la Gran Depresión (un nuevo estudio de Piketty, Sáez y Zucman lo corrobora). Sobre el proteccionismo, será interesante ver cómo se traducen en políticas las propuestas del presidente electo de EEUU. Por último, tienes toda la razón sobre la dimensión de sostenibilidad. El crecimiento sigue siendo urgente para los más pobres, pero para el mundo desarrollado, la estabilidad y la calidad de vida deberían ir primando.

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