Autor: Pablo Moreno

Acción común vs. responsabilidad individual en la UE

Esta semana se ha presentado en el Ministerio de Industria, Comercio y Turismo dos números de ICE, Revista de Economía, sobre el diseño de la Unión Europea (UE): uno sobre el Mercado Interior Europeo, 25 años después y otro sobre El futuro de la Unión Europea. Ambas ediciones dan una muy buena perspectiva sobre el estado actual del debate europeo en un amplio abanico de temas, incluyendo las políticas presupuestaria, fiscal y monetaria, la dimensión social europea, el mercado interior de bienes y servicios, la integración financiera, las políticas energética, comercial y de competencia, la política exterior o la reforma de las instituciones europeas. Aprovechando la coyuntura, sin ánimo de síntesis (desafortunadamente, no pude estar en la presentación, mejor ir directamente a los dos números) y confieso que con cierto interés personal (he coordinado el segundo), reitero aquí algunas consideraciones genéricas sobre la integración económica en Europa.

Trilemas en política económica

La “política económica” es primero “política”, es decir, administración para los ciudadanos (“politiké”) y, por tanto, envuelta en unos valores y una ideología acerca de los que se considera mejor para ellos; y segundo, “economía”, es decir, una herramienta para identificar el camino más apropiado hacia dichos objetivos. En línea con la primera de las 33 Tesis para la Reforma de la economía –que establece que ninguna meta económica puede separarse de la política–, las políticas económicas deben entenderse como recomendaciones establecidas a partir de unos valores, que se aplican en un contexto económico e institucional determinado. En este sentido, a partir del “trilema” (anglicismo) de valores libertad-igualdad-solidaridad, se puede establecer, aún a riesgo de simplificación, un esquema sobre los trilemas a los que se enfrenta la política económica.

«Football leaks»: ¿el retorno del doble irlandés?

El football leaks ha vuelto a poner sobre la mesa el problema de la falta de coordinación fiscal en Europa. El etiquetado como sistema de Mendes de elusión fiscal parece ser un nuevo ejemplo de los esquemas del tipo “doble irlandés” asociado a las multinacionales americanas, que aprovecharon los resquicios legales del sistema fiscal irlandés para eludir los impuestos de sus operaciones en Europa. Si bien Irlanda ha adaptado su regulación para evitar este tipo de elusión (eso sí, con una exención a las empresas ya establecidas hasta el año 2020), no basta con soluciones de país, el proyecto europeo exige acelerar y hacer más ambiciosa la agenda de coordinación de normas fiscales.

E-k-nomistas

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El número de académicos con la letra k en el apellido (“ekanomistas”) que han ganado el premio Nobel de economía es especialmente alto, son cerca de un quinto entre un total de setenta y ocho laureados. Estas cifras contrastan con la frecuencia de la k en el idioma inglés (0,8 por ciento), alemán (1,4), o español (0,01; es, junto con la w, la última letra en asiduidad en nuestro idioma, excluida incluso en el juego del Scrabble); solo en turco supera el 5 por ciento. La k está además omnipresente en la formulación en economía, al ser el grafema que designa el factor de producción del capital; y también aparece de manera central en la propia evolución de la ciencia económica, que se ha caracterizado por un movimiento pendular entre paradigmas de corte neoclásico (escuelas clásica, nueva síntesis, neoclásica, monetarista, ciclo económico real); y keynesianos, empezando por la K por excelencia, la de John Maynard Keynes, que da nombre a distintas escuelas que le suceden (keynesiana, postkeynesiana, neokeyne­siana, nuevos keynesianos).

¿Cotizaciones sociales o impuestos para cubrir el déficit de la seguridad social?

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Tras la formación de gobierno se está acentuando el debate sobre cómo afrontar el déficit de la seguridad social y la sostenibilidad a largo plazo de las pensiones. Las reformas de 2011 y 2013 se centraron en el lado del gasto (ajustar las pensiones y su revalorización), pero la discusión política ha girado ahora del lado de los ingresos adicionales que son necesarios para apuntalar el sistema, en un debate que enfrenta a los partidarios de los impuestos versus los que proponen mayores cotizaciones sociales. Partiendo de la necesidad de asegurar unos recursos que garanticen unas pensiones dignas ‒dicho sea de paso, igual que otros objetivos para la política de gasto, como paliar la exclusión social o fortalecer la educación y la I+D+i‒, la decisión sobre cómo aumentar los ingresos debe ir más allá de las consideraciones de suficiencia y tener también en cuenta el impacto económico de nuestra estructura fiscal, que actualmente sobrecarga demasiado las cotizaciones.

Peta CETA

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Como los caramelos (Peta Zetas), el acuerdo comercial entre la Unión Europea y Canadá firmado en octubre de 2016, conocido por su acrónimo en inglés, el CETA (Comprehensive Economic and Trade Agreement o Acuerdo Económico y Comercial Global), tiene un sabor final dulce, pero está siendo explosivo en su degustación, hasta el punto de que puede acabar “petando” en su proceso de ratificación en los parlamentos nacionales en Europa. Los términos del acuerdo son muy razonables y beneficiosos, y es difícil pensar en un socio mejor que Canadá para garantizar unas relaciones económicas que mantengan altos estándares de protección social, medioambiental o al consumidor (mejores que en muchos países europeos). A pesar de ello, el acuerdo está siendo ampliamente cuestionado, más que por sus propios contenidos, por un creciente sentimiento de rechazo a la apertura comercial que no conviene menospreciar.

Macroeconomía sin consensos (¿ni cimientos?)

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La política macroeconómica aplicada tras la crisis financiera global ha roto con todas las prescripciones que se habían asentado entre académicos y gestores, sintetizadas en los denominados consensos de Washington y el de Jackson Hole. En general, se reconoce que para salir de la crisis era necesario desviarse de los consensos estirando los límites de las políticas monetaria y fiscal expansivas, pero la gestión de la macro ha sido objeto de una continua controversia durante estos años, que se acentúa a medida que las políticas empiezan a mostrar síntomas de agotamiento y la economía global tan solo registra una moderada recuperación. El mundo académico va por detrás de los gestores, aprendiendo del impacto de las políticas aplicadas, sin aportar tampoco un nuevo consenso, e incluso, con nuevas aportaciones que van en la dirección de cuestionar los cimientos que han dominado la investigación macro durante décadas.

Desmitificar el PIB

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El crecimiento del PIB es un indicador útil en sus propios términos, pero no es ni el más revelador ni el más importante a la hora de valorar la situación económica de un país. Existe abundante literatura sobre las limitaciones y carencias del PIB como indicador de bienestar, el problema es que ni siquiera es un buen reflejo de lo que teóricamente trata de medir: el valor durante un período de tiempo de la producción de bienes y servicios finales o, en otros términos, el valor añadido.