Trilemas en política económica

La “política económica” es primero “política”, es decir, administración para los ciudadanos (“politiké”) y, por tanto, envuelta en unos valores y una ideología acerca de los que se considera mejor para ellos; y segundo, “economía”, es decir, una herramienta para identificar el camino más apropiado hacia dichos objetivos. En línea con la primera de las 33 Tesis para la Reforma de la economía –que establece que ninguna meta económica puede separarse de la política–, las políticas económicas deben entenderse como recomendaciones establecidas a partir de unos valores, que se aplican en un contexto económico e institucional determinado. En este sentido, a partir del “trilema” (anglicismo) de valores libertad-igualdad-solidaridad, se puede establecer, aún a riesgo de simplificación, un esquema sobre los trilemas a los que se enfrenta la política económica.

Tanto los valores –que no pueden considerarse inmutables y varían a lo largo de la historia–, como el contexto económico varían en el tiempo y, con ellos, las recomendaciones de política económica. En el caso de las democracias occidentales, el principal marco de referencia de los valores (V) lo proporciona el lema de la revolución francesa: libertad-igualdad-solidaridad (fraternidad). Estos valores pueden entrar en conflicto en su desarrollo por lo que pueden entenderse como un trilema, en el sentido de búsqueda de un equilibrio apropiado entre los tres.

A partir de este trilema de valores, la economía debe dar respuesta a tres preguntas principales, cada una con su propio trilema, como se resume en el siguiente cuadro: qué producir, cómo producir y cómo distribuir. La economía puede ayudarnos a explorar posiciones a cada pregunta, pero dónde nos situemos en último término, dependerá de nuestros valores.

Cada uno de los trilemas está sujeto a amplios debates sobre su interpretación y sobre el significado de cada uno de sus componentes. A modo de ejemplo, el concepto de libertad se mueve en un espectro tan amplio, que puede llevar a identificarse con el de igualdad. En un extremo, puede definirse negativamente en términos de la no injerencia en las libertades individuales (consideradas pre-estatales) ‒en este caso, el reto político se concreta en un Estado mínimo que se limite a garantizar los contratos voluntarios entre ciudadanos‒. En otro extremo, la libertad puede definirse positivamente en términos de las condiciones necesarias para ejercerla, como en el caso de Amartya Sen, para quien el ejercicio real de la libertad exige la ausencia de miedo y necesidad. En este caso, el Estado debe garantizar unos medios mínimos (condiciones laborales, educación, sanidad) para que el individuo pueda tomar decisiones en libertad durante su ciclo vital, lo que entra en el terreno de la igualdad.

La próxima figura esquematiza los trilemas (representados por un triángulo) a los que se enfrenta la política económica. En la figura aparecen tres rectángulos situados en los vértices del triángulo grande. Sin perjuicio de que no se pueden establecer relaciones unívocas, cada rectángulo agrupa los elementos de valores (V), objetivo (O), medios (M) y criterios de justicia (J), que más se aproximan entre sí. Por ejemplo, el valor de la libertad aparece especialmente asociado con el objetivo de la eficiencia, el medio del mercado y el criterio de justicia procedimental.

Las políticas económicas en las democracias modernas se sitúan en algún punto interior del triángulo grande, dependiendo de la posición donde nos situemos en cada trilema. Los puntos son además móviles en el tiempo, en función de los problemas que en cada momento se perciben más graves. En el momento actual, adquiere especial importancia la dimensión de la globalización y los vientos están desplazando a todas las ideologías y partidos hacia la parte izquierda del triángulo grande, porque la sociedad identifica que es necesario corregir los problemas de inestabilidad, desigualdad y exclusión social que genera el sistema (en la segunda mitad de los 90, y hasta la crisis financiera global, el movimiento era hacia el vértice derecho).

El esquema puede ampliarse incluyendo distintas ideologías. Así, cada ideología, y la política económica asociada a ella, bascula, no tanto en el triángulo grande, sino en su propio triángulo más pequeño, cuyas fronteras son, no obstante, difusas. En el liberalismo, la distancia más corta siempre será con el vértice derecho (prima la libertad y el mercado); en el comunismo, con el vértice superior (prima la igualdad y el Estado); y en los partidos verdes o ecosocialistas con el izquierdo (prima la solidaridad y la sostenibilidad). La socialdemocracia se situaría en un triángulo intermedio, porque en valores ha equilibrado tradicionalmente libertad e igualdad (debe recuperar más la solidaridad), y porque combina la eficiencia del mercado junto con la acción pública para corregir los fallos que el mercado introduce.

En el punto medio está el equilibrio, con vientos de levante.

 


Esta entrada se basa y reproduce en parte el primer capítulo del libro Socialdemocracia o Liberalismo

Publicado en colaboración con Agenda Pública-Contexto Económico